Luis Ugalde

Para reconstruir a Venezuela tenemos que evitar que la ruina nacional impuesta por la igualdad socialista-estatista nos lleve a pensar que la solución es botar por la borda la igualdad y navegar con el vigoroso viento del individualismo con las velas desplegadas de la desigualdad. Sorprende que, incluso, personas consideradas ilustradas y liberales despojen al liberalismo político de sus éxitos en la lucha por la libertad y la igualdad en la aurora de la República moderna.

Ideas sacrílegas. Juan Germán Roscio, con su pensamiento y acción cristiano-liberal, es el venezolano civil de mayor influencia en nuestra Primera República. Ya en 1799 defendió el derecho de una parda a usar una alfombra para arrodillarse en la iglesia, lo que era privilegio excluyente de los mantuanos. “Los hombres- alega Roscio– nacieron todos libres y todos son igualmente nobles, como formados de una misma masa y criados a imagen y semejanza de Dios”. Esta afirmación llenó a muchos mantuanos de “¡horror y de asombro!” y las ideas igualitarias de Roscio fueron tachadas por el censor de “subversivas, heréticas, sacrílegas y sanguinarias”. Como el «comunismo» del papa Francisco y el «castrochavismo» de Biden. Roscio defendía que la sociedad solo debe reconocer  méritos y virtudes personales y que los esclavos por sus virtudes podían ser “más nobles  que los mantuanos”.

Igualdad de desiguales. No hay dos personas iguales, ni siquiera los hermanos gemelos. Pero no aceptamos la discriminación, ni estamental ni individual. La condición humana es violada cuando el poder impone las diferencias estamentales como categorías estáticas y hereditarias, y las alimenta con la falsa idea de que unos, por nacer en un estamento social, son superiores sin necesidad de méritos ni aportes personales.

La utopía de una sociedad igualitaria genera grandes movimientos históricos para crear sociedades justas e igualadoras. Muchas discriminaciones se han superado en  la república moderna, pero el igualitarismo comunista-estatista y represivo fracasó. El motor de la creatividad humana es el deseo interno individual de la superación. En todas las sociedades, el mejor desempeño debe recibir más premios, de acuerdo con los desiguales aportes y méritos. Somos de condición igual por naturaleza, pero desiguales en el desempeño.

La revolución  industrial transformó la economía y desató la creatividad empresarial, con un capitalismo que revoluciona permanentemente las fuerzas productivas. Pero la lucha por el predominio del más fuerte termina en diferencias insostenibles y trae guerras internas y externas muy destructivas. Europa en el siglo XIX y la primera mitad del XX  realiza una increíble revolución productiva, pero con permanentes conflictos y luchas sociales nacionales  y dos costosísimas guerras mundiales con cien millones de muertos.

Para que ello no ocurra, el liberalismo político propone un pacto social solidario para el bien común de todos, que elimina las discriminaciones estamentales, reconoce derechos humanos, establece  una Constitución superior que obliga a todos y crea instituciones para que el bienestar llegue a toda la sociedad. El liberalismo político no fue solo una discusión teórica, sino una auténtica liberación de la monarquía absoluta, del sistema esclavista y de las barreras estamentales de castas.

Igualitarismo retrógrado. Toda economía sana es diferenciadora, pues debe ganar más quien más produce y la creatividad y la calidad han de ser premiadas. Pero las diferencias y oposiciones extremas llevan a las luchas sociales y a las guerras más destructivas.

Por eso es imprescindible el pacto político-social ciudadano que afirma y se compromete a tres igualdades entre personas desiguales: Igual dignidad de todos, iguales derechos humanos e iguales oportunidades. En ese marco de igualdades se mueven las desigualdades humanas y se crean instituciones solidarias dotadas de vasos comunicantes y amortiguadores de conflictos.

En la Revolución Rusa y las que le siguieron se impuso desde el Estado el igualitarismo salarial y se suprimieron la empresa privada y la ganancia diferenciadora. Solo empresas estatales. La copia cubana tuvo el mismo fracaso productivo, luego de 60 años de poder exclusivo, y los “revolucionarios” de Venezuela, sumisos a los pontífices del empobrecimiento cubano, predicaron una economía con empresas estatales sin ganancia, sin creatividad y sin productividad.

Hoy en Venezuela no hay producción ni igualdad. La “igualdad de oportunidades” es una palabra cínica donde 90 % carece de oportunidades y la educación está en ruinas. La igualdad de dignidad y de derechos humanos es una burla, cuando solo son “patriotas” un puñado de usurpadores del poder y el resto somos “traidores” y enemigos, sin derechos ni  dignidad.

Venezuela renacerá con principios humanos firmes y una lucha decidida por las tres igualdades, sabiendo que somos distintos y que el necesario estímulo a la productividad  está en la diferencia de premios y logros por desigual desempeño. Son necesarias las puertas abiertas a la creatividad, innovación, productividad, y desarrollo del talento personal  que estimula la economía social libre con garantías jurídicas.

No es solo una discusión teórica, sino un muy doloroso logro y aprendizaje histórico. El beneficio a la larga solo es sostenible si abarca a toda la sociedad. La empresa y la política no son unos contra otros, sino juntos beneficiándose unos y otros.

*Foto: EFE