Marcelino Bisbal

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La pregunta se hace imprescindible: ¿cuál es la distancia entre el periodismo, la literatura y la política? Como diría el periodista-escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, todo género periodístico bien trabajado, pensado y escrito con rigor puede resultar una estupenda pieza literaria. Pero todo texto periodístico, en cualquiera de sus géneros, cumplirá siempre un objetivo político, tendrá una función política. Esto significa que el periodismo, al igual que la pieza literaria, así como la acción política, se deben a la polis; es decir, son parte de la esfera pública. Así, tanto el periodista, como el escritor y el político tienen una singular inserción en esa esfera pública.

Entonces, la función del periodismo, convertido en literatura y en expresión política, es tener la capacidad de hacer visible a la sociedad lo que acontece en ella. De tal forma que el periodismo, e incluso la literatura son los mejores espacios para representar a la sociedad misma en sus más variadas dimensiones que van desde lo social hasta lo político. Tanto el periodista como el escritor tienen una gran capacidad para construir y definir la realidad. ¿Y el político? ¿Acaso no tiene la misma disposición? A veces los hilos se confunden, que es lo mismo que decir que los roles del periodista, del escritor y del político se entremezclan.

 

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Hace ya un año que Gabriel García Márquez falleció. Un 17 de abril de 2014. Hoy lo recordamos no como el escritor que fue y que recibió el Nobel. Lo recordamos como el periodista que cambió el rumbo del hacer periodístico de su momento, al menos en nuestra latitud latinoamericana. Ante un periodismo chato y sin gracia, irrumpió con García Márquez un periodismo que se parecía más al relato. Hay muestras de ello. Ahí está Crónica de una muerte anunciada (1981), que es una aproximación al periodismo y la novela policíaca, es decir, es periodismo y literatura, ambas cosas. Lo mismo ocurre con Noticia de un secuestro (1996). Uno de sus críticos ―Álvaro Salvador― llegó a escribir que estos dos libros “abordan el problema, no desde la ficción o la construcción simbólica de metáforas alusivas, sino desde la sequedad de la reconstrucción fidedigna de hechos reales dramáticos y la caracterización fría y precisa de los personajes reales que los protagonizaran”.

El periodista que fue García Márquez en sus comienzos, ya fuera en la ciudad de Barranquilla, o en Cartagena, o en Bogotá, o en Caracas en la revista Momento, hace gala de lo que dijimos al comienzo. El periodista se apodera de la realidad para informarla, convirtiéndola en noticia. La virtud del escritor colombiano fue expresarnos la realidad más cruel a través de la narrativa que, sin abandonar el buen periodismo, transforma esa realidad en una pieza literaria sabrosa de leer. El escritor Leonardo Padura lo expresa muy bien al decirnos que en la pieza literaria que parte de una realidad noticiosa hay “un trasvase de recursos narrativos en el texto periodístico con el objetivo de conseguir una mayor identificación con el lector (…) y, sobre todo, una calidad de escritura más cercana a lo literario que a lo habitualmente periodístico”. No hay más que releer los cuatro volúmenes de la Obra periodística de Gabriel García Márquez (prólogo y recopilación de Tacques Gilard. Editorial La Oveja Negra, 1981) para precisar y apreciar en vivo y directo, desde la escritura garciamarquiana, cómo el trabajo periodístico se valida con la literatura haciendo que la expresión periodística sea perdurable en el tiempo, que no se agote como se agota la noticia para dar paso a otra noticia y otra más.

Sirva esta nota para recordar al periodista y al escritor, confundiéndose en ambos oficios, que fue Gabriel García Márquez. Lo dijo y lo hemos repetido muchas veces: el periodismo es el mejor oficio del mundo. Pero también escribió que “el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no lo haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a morir podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, y no concede un instante de paz mientras no vuelva a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”. Con razón García Márquez fundó hace ya veinte años la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano con la idea de formar a los jóvenes periodistas de América Latina.

 

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Vengamos ahora a nuestro entorno. El 16 de abril al político que es Teodoro Petkoff se le concede el Premio Ortega y Gasset, otorgado por el diario El País de España. Se trata de un reconocimiento al trabajo periodístico de Petkoff, y el veredicto fue unánime y preciso. Define la personalidad del que fuera primero líder estudiantil en la UCV, luego guerrillero, fundador de un partido político, ministro de Planificación y hoy periodista en la aventura que significa, en la Venezuela del presente, llevar adelante un diario de agenda política exclusivamente.

Para Teodoro, TalCual ha sido la manera de convertir su vocación política en quehacer periodístico. Si en el periodismo se milita como se milita en la política, ambas cosas están presentes en Teodoro Petkoff. Pero también ambas cosas pueden ser lo mismo o complementarse: militancia en el pensamiento, en la acción política, en el interpretar la realidad desde la información y la opinión periodística.

A lo largo de todo este tiempo, desde que apareció TalCual, ahora en su versión digital no por capricho de su director, sino por la voluntad autócrata del régimen, su mirada periodística se ha convertido en lectura y repaso obligado para situar en su verdadera dimensión los hechos políticos que se suceden todos los días. Para tener una perspectiva analítica y periodística del des-orden que reina en el país. Una mirada periodística que sirva para orientar todo análisis de la realidad que nos toca vivir.

Desde aquel titular en el desaparecido El Mundo, donde Teodoro inició su carrera periodística, “¿Qué vaina es esta?” referido a un escandaloso aumento de sueldo a los militares; o aquel otro con el que Petkoff denunciaba la mediatización que está sufriendo la libertad de expresión por parte del Gobierno: “El asedio”; o el que saludaba a Hugo Chávez con la aparición de la primera edición de TalCual: “¡Hola, Hugo!”… descubrimos un periodismo que hace gala con lo que reza su lema de presentación: “claro y raspao”.  Hablarle con claridad al país, siempre con un sentido ético.

Para Teodoro Petkoff no hay duda de que la información es un bien público. Como bien público no puede eludir el debate sobre la democracia, el interés común, la justicia, la ciudadanía, el respeto por las ideas, la corrupción, el compromiso con las libertades y la pluralidad… y todo eso es lo que le ha valido a Teodoro y a TalCual este bien merecido reconocimiento.

Frente a este des-orden que se hace patente todos los días desde el poder y desde las palabras del régimen, recordamos a Teodoro Petkoff  por su presencia viva que nos dice que seguirá dando la pelea. Más claro y raspao no se puede expresar.

 

Publicado en el diario El Nacional el 24 de abril de 2015