El estudio sobre Andrés Bello que más recibe atención en este momento es el que efectúa la Universidad de Chile sobre los Cuadernos de Londres, aquellos que le acompañaron durante sus visitas a la biblioteca del Museo Británico, entre 1814 y 1823 aproximadamente. Se trata de anotaciones, con una caligrafía muy pequeña y enrevesada, en las que se juntan el español de Bello pero también el griego, el latín y el español, francés, alemán e italiano antiguos. Es una tarea titánica descifrar la letra, hacer las traducciones y, en un futuro no muy lejano, publicar una edición comentada que sirva de apoyo para los lectores.

Estos cuadernos llaman la atención porque básicamente dan cuenta de la genealogía de las ideas del intelectual caraqueño. Para ayudar a comprender la significación y el valor de estos documentos la casa de estudios chilena invitó a tres catedráticos extranjeros a finales de octubre pasado: los estadounidenses Hans Gumbrecht y Barry Velleman y el venezolano Francisco Javier Pérez, egresado, docente e investigador de la UCAB.

Pérez, recientemente distinguido como el nuevo secretario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, ve en los cuadernos un elemento fascinante: la obsesión del intelectual por los orígenes de la lengua española, de la literatura española y dentro de esta el Cantar del Mio Cid. Bello encontraba en esta obra paralelismos con la formación de las naciones en Hispanoamérica, de las que él fue un pensador clave. Tanto fue su arrobo con esta obra española que la siguió trabajando y revisando hasta el momento de su muerte.

—Trece cuadernos, seiscientas hojas. Los académicos no dudan en afirmar que en ellos está la genealogía de las ideas de Bello. ¿Es eso lo que representa la aparición de estos cuadernos?

—Es indiscutible que cuando estos cuadernos estén a disposición de los lectores, tanto del estudioso como ese público interesado en el tema bellista, va a cambiar en gran medida la perspectiva que se tenía sobre cómo trabajaba Andrés Bello. Cuando hablamos de la génesis de sus ideas lingüísticas, literarias o filológicas también estamos hablando de la genealogía de su método de trabajo. Ambas cosas corren aquí en paralelo. Esos cuadernos no eran desconocidos, habían sido parcialmente vistos por Pedro Grases en Chile. El estudioso chileno Alamiro de Ávila Martel, autor de una importante biografía de Bello, y quien hizo el primer catálogo de los Cuadernos de Londres. Y otro investigador que entró en contacto con ellos fue Iván Jaksic, que se encontró con ellos cuando trabajaba en su biografía de Bello. Va a ser el profesor Jaksic quien va a abanderar el proyecto de transcripción, estudio y edición de los Cuadernos de Londres.

—¿Hay algunas revelaciones de los cuadernos que sean importantes con respecto al método y rigurosidad de su trabajo en Inglaterra?

—Hablan de un investigador que tiene en la biblioteca del Museo Británico un conjunto de obras solicitadas, obras que se mantienen en revisión casi a lo largo de todos los cuadernos. Estos son libros que le proveen de materiales lingüísticos y filológicos sobre los romances españoles, sobre la lírica medieval española y sobre los cantares de gesta medievales. No son cuadernos para hacer comentarios, aunque hay algunos muy breves, notas que a veces son un tanto crípticas, que él solo entiende. Pero son anotaciones en las que Bello busca datos textuales. Cuando copia un romance es porque él después lo va a comentar en algunos de sus trabajos, o le va a servir algún verso específico para reforzar algún asunto de índole filológica.

—¿Qué dicen los cuadernos del Bello lector y crítico literario?

—Nos dicen que está obsesionado con la reconstrucción del origen de la lírica española, porque allí está el origen de la literatura española. Él está obsesionado con esa idea y el Cantar del Mio Cid, que en ese momento en Londres se apresta a estudiar por razones muy diversas, incluso afectivas; él se siente un desterrado. Y este es un poema dedicado a un desterrado. En el cantar se representa el momento en que las naciones están haciéndose, están liberándose, expulsando a los moros de España, consolidando la nación española. Algo, de una forma paralela, a lo que viene pasando en América. Este gusto por el Cid lo va a acompañar hasta Chile. De hecho, lo que se conoce hoy de la versión del cantar de Bello la dejó lista antes de morir, pero hasta los últimos momentos de vida él estaba trabajando en el cantar. Todo lo que él va buscando va orientado hacia ese fin: comprender la lengua, el tiempo y la literatura del Cid. Para ello tiene que remontarse a momentos previos, en donde tiene que reconstruir la lírica medieval y la influencia de los romances no españoles, hay gran influencia de la lírica francesa y también del mundo cultural y literario de Carlomagno. Eso está presente en las anotaciones.

—¿Sirven los cuadernos para indicar si Andrés Bello era un adelantado en comparación con sus pares que estudiaban filología?

—Eso se puede concluir de la obra de Andrés Bello, pero también de los cuadernos. La obra de Bello sobre el Cid se publica luego de su muerte. Ya para ese momento, en España están trabajando ese mismo tema Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal. Al publicarse tan tardíamente el texto de Bello, él no entra en ese caudal de autores previos y se suele ubicar al venezolano dentro de los estudiosos tardíos del Mio Cid. Pero es todo lo contrario: los cuadernos vienen a demostrar que Andrés Bello era uno de los primeros en abordar el cantar en el siglo XIX y ver la importancia que tiene para el conocimiento de ese momento y de esa literatura y de esa lengua.  A Bello se le debe, por ejemplo, la estructura del Mio Cid en tres cantos, que siempre se pensaban que eran dos. Él ve claramente que hay tres cuerpos perfectamente estructurados. Y eso lo van a asumir Menéndez Pidal y todos los editores posteriores del Cid. De hecho, el primer editor del cantar va a ser el español Tomás Antonio Sánchez, un editor muy importante, y Bello va a discutir en su edición algunas de las ideas de Sánchez.

­—¿Cuál es el próximo paso con el proyecto de los Cuadernos de Londres?

—Ahora viene un largo proceso, quizá de varios años de edición de la obra. Ya con los cuadernos transcriptos se está flotando en la superficie de ese lago. Ahora hay que editarlos. No se pueden publicar en bruto porque así el material puede ser interesante para un especialista pero no para alguien que no lo es.  El equipo de investigación tiene que decidir y diseñar qué tipo de edición, deben establecer qué tipo de anotaciones irían. Por ejemplo, pueden incorporarse anotaciones de índole cultural porque hay menciones a hechos históricos, escritores antiguos, a Carlomagno. Se pueden agregar anotaciones lingüísticas porque hay presencia de muchas lenguas, el español de Bello, español antiguo, francés antiguo, alemán antiguo, latín y griego.

—¿Los Cuadernos de Londres representan el final de los estudios sobre la obra de Andrés Bello?

—No, abren, más bien, posibilidades para seguir estudiándola. Yo creo que Bello nunca llega al final sino que cada generación de estudiosos y de hispanoamericanos va siempre a dar cuenta de sus nuevas lecturas. El bellismo venezolano, cuando estaba en plena tarea de la edición de las obras completas, se enfocó en las disciplinas, estudiar al Bello poeta, jurista, filósofo. Ya eso está hecho, hay que dar un paso más, que es el que ha dado el profesor Jaksic: entender a Andrés Bello en la dimensión hispanoamericana, entender cómo sus ideas influyeron en las constituciones de la nación hispanoamericana, en el sentido pleno, no solo legal.

 

Andrés Bello según Caldera

Este lunes 30 de noviembre, la Academia Venezolana de la Lengua, de la que Francisco Javier Pérez es expresidente e individuo de número, celebrará el natalicio de Andrés Bello con la presentación de la reedición de la biografía que hizo Rafael Caldera en 1935. El acto será presidido por Pérez y cuenta con la participación de la Cátedra Andrés Bello de la UCAB y de la Academia de Ciencias Jurídicas. El acto comenzará a las 11:00 am.

♦ Simón González