Manuel Llorens

Doris cuenta que, cuando comenzó a trabajar en el Centro Comunitario de Fe y Alegría que queda en el sector La Quinta, sintió miedo. No era de ese sector y la violencia le atemorizaba. Sin embargo, asumió el reto. Cada día en la mañana cuando llegaba, un grupito de jóvenes la observaban con desconfianza abrir la puerta del centro. Ella les decía -buenos días- pero no obtenía respuesta. Como a la semana los jóvenes la esperaron aún más cerca de la puerta. Ella los vio y caminó hacia el centro con el corazón en vilo. Dijo -buenos días- una vez más y ellos devolvieron por primera vez el saludo. -Ah, pero si no son mudos- comentó con ironía. Ellos le dijeron que no saludaban porque la gente que iba por allí solía mirarlos con desprecio.

Eso sorprendió a Doris, quien les contestó -escúchenme algo, este centro y mi corazón está abierto para todos y también para ustedes. Pero eso sí, yo no vine aquí a joder a nadie, pero tampoco a dejar que nadie me joda-.

Me consta que Doris tiene un corazón generoso, capaz de ver más allá de las fachadas, pero a su vez es directa y no anda con rodeos. Esa combinación le ha servido muy bien como activista comunitaria en el Barrio de Catuche. Esa generosidad y esa transparencia sirvió para fungir como mediadora en un proceso de negociación del conflicto armado entre los jóvenes de dos sectores del barrio en 2008 que logró bajar de manera dramática el nivel de violencia que estaban padeciendo.

Por personas como Doris y esfuerzos como el desarrollo de las Comisiones de Paz de Catuche es que la Embajada de Canadá le otorgó al Centro Comunitario de Fe y Alegría un Reconocimiento Epecial en la 7a edición del Premio de Derechos Humanos. En esa edición también recibió reconocimiento la profesora e investigadora de la UCAB, Gloria Perdomo. Una activista valiente e incansable a favor de los derechos de la infancia.

En fechas cercanas, al cumplirse dos años de los hechos del 12 de febrero, se le entregó un reconocimiento también al abogado del Foro Penal, Marcelo Crovato. Marcelo fue el 22 de abril de 2014 a asistir a un vecino de Chacao que estaba siendo allanado en relación a las protestas callejeras que estaban sucediendo en el país. Allí fue arrestado y luego enviado a la cárcel de Yare donde pasó diez meses. Ahora tiene casa por cárcel mientras transcurre su juicio. Marcelo es testimonio de la dignidad y valentía de los abogados que sirvieron de muro de contención a los cientos de abusos cometidos en el 2014.

Doris, Gloria y Marcelo, son personas comunes y extraordinarias a la vez. Comunes como tú y yo, ciudadanos de a pie. Los tres son sencillos, carentes de toda pompa y grandilocuencia. Su grandeza está en sus convicciones y en sus obras. Utilizan sus habilidades y conocimientos, fraguados a través de una vida dedicada al servicio de lo humano. Son la vanguardia de eso que tanto convocamos con el nombre “sociedad civil”.

No puedo dejar de mencionar a varios grupos de ciudadanos anónimos que también en el 2014 se juntaron para ofrecer apoyo a los periodistas que venían denunciando los abusos del Estado y quienes en muchos casos fueron presionados a dejar sus puestos de trabajo. Esa iniciativa, que terminó llamándose Cunaguaro, juntó a personas que prefirieron quedarse en el anonimato, que querían apoyar a los periodistas que estaban arriesgando su pellejo todos los días para que no se silenciara la verdad. A través de esa iniciativa pudimos conocer la profundidad y potencia del trabajo de periodistas como Laura Weffer y César Batis, entre otros. También son ciudadanos comprometidos con el país, dispuestos a aportar su energía, recursos y habilidades.

Hay un país mucho más allá de la palabrería hueca y el horror. Hay un país de talentos, de personas que han luchado con las herramientas de la ciudadanía. Un día, no tan lejano quizás, podremos celebrar este otro país que late esperando. Por los momentos me doy por satisfecho de haber tenido la dicha de compartir con gente como Doris, Gloria, Marcelo, Laura, César y los Cunaguaros.