Este lunes 11 de julio se reunió en el auditorio Hermano Lanz una delegación de obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) con las autoridades de la Universidad Católica Andrés Bello, el provincial de la Compañía de Jesús en Venezuela, padre Arturo Peraza, el exrector Luis Ugalde y otros jesuitas que pudieron desplazarse hasta Montalbán. ¿El motivo? La celebración de los cien años (1916-2016) de la restauración de la Compañía de Jesús en Venezuela. ¿La frase que identifica esta efeméride en las redes? “100 años sembrando esperanza”.

Arturo Peraza dijo: “Vinimos en comunión con la Iglesia venezolana, porque ella nos llamó”. Y agregó: “Nuestra gente está necesitada; debemos transmitir sentido de transformación. Hay que darle respuesta. Seguimos a la orden de esta Iglesia”.

La preocupación por la actual coyuntura que padece el país fue un común denominador, explícita o implícitamente, en las intervenciones de esta jornada.

 

PADRE LUIS UGALDE

Después de la presentación del padre Peraza, el exrector Luis Ugalde hizo un recuento del trabajo de los jesuitas desde que volvieron a pisar suelo criollo en 1916. Por entonces, la situación internacional era trágica: la barbarie de la Primera Guerra Mundial se hallaba en su segundo año; una guerra que no condujo a nada y fue inútil, sin ganadores. Eran tiempos prerevolución rusa. Se gestaban en Europa, por otra parte, el fascismo y el nazismo. Fue en esa época terrible cuando los jesuitas volvieron al país, pues el nuncio Pietro Paoli hizo las gestiones necesarias para ello, aun cuando quienes vinieran primero, provenientes de Colombia, fueran aleccionados de este modo: no digan al bajar del barco que son jesuitas, sino sacerdotes.

Con ese cuadro mundial y en medio de tales reticencias, desembarcaron, desarrollaron el seminario, fundaron la revista SIC (que haría historia y se mantiene hasta hoy en día), construyeron el colegio San Ignacio y después se expandieron por varios lugares del país. Y todo lo demás. Ugalde nombró a varios pioneros, héroes de aquellos tiempos: Manuel Aguirre y Carlos Guillermo Plaza, así como los padres Olaso y Pernaud. Explicó la animadversión de gente que militaba en el PCV, como Juan Bautista Plaza, quien pidió una nueva expulsión de la orden. Pero también habló del papel de la UNE, que después se convertiría en Copei. Con el tiempo el anticlericalismo se esfumaría, ya en los años sesenta. Habló de la consolidación de la UCAB, la expansión de Fe y Alegría, el carácter laico de sus obras (por ejemplo, en Fe y Alegría hoy habrá a lo sumo cuatro sacerdotes para 300 mil estudiantes; los demás son laicos) y de una máxima bien sabida: “Uno no puede luchar por los cambios sin recibir palos”.

 

BALTAZAR PORRAS

Por su parte, Baltazar Porras, sacerdote católico y arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida, trazó una semblanza histórica de los jesuitas, sobre todo en sus asentamientos de la Orinoquia y la Amazonia, hasta que Carlos III los desterró del país. Porras destacó la idea de la catequización a través de la inculturación, es decir, la práctica de no llegar a imponer su doctrina sino a relacionarse plenamente con los indígenas americanos, comprendiéndolos y llegando a formar parte de su cultura. “La obra misionera en el Alto Apure y en otros sitios fue ejemplar (…). La Compañía de Jesús no es un meteorito solitario; se interrelaciona. Actúa de manera mancomunada”, dijo.

Felicitó por estos cien años a los jesuitas en nombre de sus hermanos obispos de la Conferencia Episcopal. “Nos toca, juntos, ser esperanza para nuestro pueblo”, dijo, aludiendo a la situación por la cual atraviesa el país.

 

SEGUIR PENSANDO EL PAÍS

Eloy Rivas, responsable de la obra social desde la casa provincial de los jesuitas, habló sobre ese signo vital de estar caminando sobre la guía del Evangelio. Hay necesidad de fomentar la convivencia y la paz en Venezuela; hay que poner por delante “nuestro interés por Venezuela e intentar superar los atisbos de polarización; promover la cultura de los derechos humanos; la cultura democrática; la cultura de la vida. Afrontar juntos el presente y reconstruir el tejido social”.

Y hacer todo eso innovando en los métodos y estrategias para incidir en el ámbito público.

Luego enumeró una serie de prioridades en la labor jesuita, entre ellas: cada vez hay mayor claridad en que la educación es el instrumento clave para la superación de la pobreza. Pero también está la formación de profesionales comprometidos con su entorno, la apuesta por las nuevas generaciones de sacerdotes, el impulso a la espiritualidad cristiana. Citó el trabajo con los jóvenes de Huellas como pastoral juvenil que da frutos.

En fin, terminó su intervención con una frase que da una clara idea de trascendencia por encima de las circunstancias temporales: “Queremos seguir pensando este país”.

 

♦ Sebastián de la Nuez

 

FOTO: Peraza, Porras, Ugalde y Rivas durante la mañana del lunes 11 de julio, en el auditorio Hermano Lanz.

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