Mi saludo y bienvenida de año nuevo antes que nada, dicho lo cual les dejo una viñeta de Quino.
Como detalle anecdótico, esta caricatura me la envió mi amigo y compañero de Tesis, el Hno. Marista Francisco Espinoza. Sin duda ella resume un sentimiento generalizado en la población, entre nosotros: el año 2019 será muy difícil, tanto como para meter miedo al más pintao.
No nos asombremos si este 2019 el sueño en las noches nos es esquivo. No sería extraño que nos embarguen síntomas como
Sentimiento de desamparo: de desprotección y de que se puede recibir daño en cualquier momento;
Estado de sobresalto: aprensión constante por lo que pudiera pasar, que nos mueve a la alerta permanente;
Imposibilidad personal: impresión de no poder controlar los hechos, que lo que ocurre no depende de nosotros;
Trastorno del sentido de realidad: no poder ubicar dónde está el peligro que aparece como un espanto impreciso.
Ahora, si bien es cierto que la gravedad de la situación no se puede ni se debe negar, es posible enfrentar los temores que ella nos genera; en otras palabras, asumiendo de entrada que no conviene tapar el sol con un dedo, podemos y debemos luchar contra nuestros miedos, ser valientes; eso sí, teniendo en cuenta, como dijo Nelson Mandela, que no es valiente quien no tiene miedo sino quien sabe conquistarlo.
Pero, ¿cómo hacerlo?… una estrategia básica supone cuatro pasos: reconocer-racionalizar-resolver-reconstruir (4R):
Primero, reconocer, como es usual el camino para la solución empieza por una adecuada identificación de la situación y sus elementos; precisar nuestros miedos y descomponerlos para ver en que riesgos se basan y qué se puede hacer para afrontarlos; este análisis debe ser detallado, pero sin exagerar, ya que podríamos perdernos en la enumeración y no es la idea.
Segundo, racionalizar, mirar dentro de nosotros y buscar la raíz de los miedos, intentar ser objetivo, preguntarnos cuáles son los pensamientos que rodean a nuestros miedos y cómo reaccionamos ante ellos; la idea es darle su justo peso, porque cuando las circunstancias aprietan es usual exagerar su tono, dramatizar más de lo debido, sobrestimar la magnitud de las consecuencias. Es momento de tener cabeza fría, serenidad y aplomo, pisar con pie de plomo; una buena racionalización lleva a precisar los miedos y a bajarles el volumen.
Tercero, resolver/a-pesar-de-todo, independientemente de cuál sea la gravedad de la situación, lo peor es no hacer, quedarse paralizado; este es el momento de actuar, de decidir y enfrentar los eventos y nuestros temores lo más efectivamente que podamos. El punto es aceptar la pelea, no evitar el temor, afrontarlo y revertirlo en lo que cabe.
Cuarto, reconstruir, es hora de imaginar cómo seriamos si no sintiésemos miedo y fijarnos una meta, vislumbrar una nueva forma de ser y actuar en consecuencia; una vez que se comienza a cambiar es preciso ajustar las ideas a la acción que se está emprendiendo, ser coherente entre lo que se hace y lo que se piensa y dice; hay que evitar las contradicciones, desechar hábitos inconvenientes, aplicar optimismo sensato y continuar en el camino iniciado.
En suma, no se trata tanto de perder el miedo, sino de hacer las cosas a pesar suyo, teniendo presente que, como reza el refrán, nunca mucho costó poco.
Finalmente, más allá de las eventualidades, la oportunidad es pertinente para desearles, de todo corazón, un próspero año nuevo; que sepamos afrontar las dificultades y logremos actuar para bien aun cuando las adversidades no cejen. Y, nunca mejor dicho, este año hagamos como el sapo, pa lante manque nos tiemblen las piernas y nos puyen los ojos.