En el abismo de escenarios catastróficos o de extrema violencia, la belleza de la palabra puede florecer. Así, el verso es un medio de expresión indispensable en tiempos de crisis. A propósito del Día Mundial de la Poesía y los aires bélicos que soplan, los autores Fedosy Santaella y Luis Alfredo Álvarez -ambos profesores e investigadores de la UCAB- abordan la importancia de este género literario capaz de transformar el dolor en dignidad

«La poesía no escapa a la historia, pero está lejos de su horror, no así los poetas, muchos han sido sus víctimas. Stalin, pongamos por caso, acabó con un buen número de ellos», dijo en 2002 el escritor larense Rafael Cadenas, en un discurso que ofreció durante un homenaje que le hizo la Casa de la Poesía.

Desde la antigua Grecia, el hombre optó por los versos para narrar grandes historias. Así, un héroe lucha contra las adversidades y, en la mayoría de los casos, triunfa; se habla de batallas y conflictos; se narran situaciones humanas que derivan del terror, el dolor y la muerte, o su contraparte: el amor, la vida y la gloria. Hoy día este sigue siendo un importante género literario donde, a través de las palabras (con un lenguaje sensible y bello, pero también descarnado o crítico), el hombre deja registro del acontecer propio y del mundo.

En 1999, la Unesco decretó el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía, para celebrar el valor de este género literario como expresión del quehacer y sentir humano. Este 2022 la conmemoración coincide con la invasión rusa a Ucrania, un acontecimiento que muestra cómo el hombre deja de lado el arte de la palabra y lo cambia por la letalidad de las armas. En este contexto, vale la pena preguntarse qué valor puede tener el verso ante uno de los lados más oscuros de la humanidad: la guerra.

El licenciado en Letras, autor, investigador y profesor de la UCAB  Luis Alfredo Álvarez sugiere que la poesía es «un refugio ante los ruidos», y subraya que la crisis de la humanidad es la crisis del lenguaje.

 «Un lenguaje relativo que sirve a los intereses del poder y de quienes lo ejercen. Un lenguaje disfuncional que construye realidades que no se identifica con los hechos y las propias experiencias, termina por adulterar la propia condición humana. Hay que escribir poesía para revelar el poder de la palabra y relevar a los que buscan oprimir indiscriminadamente sus sentidos», explicó.

Por su parte,  el escritor, poeta e investigador de la UCAB, Fedosy Santaella,  considera que la poesía no endulza temas cruentos como la guerra o la prisión, sino que los mira de frente.

«La poesía no es florecitas y angelitos volando. La poesía justamente se centra en aquellos lugares del mundo donde la oscuridad azota. Es una máquina transformadora del dolor de afuera, lo convierte en fuerza y dignidad. Así es la belleza de la poesía. Como dice Gamoneda: la poesía no es un lugar donde van a parar los cobardes».

Históricamente se conoce que después de grandes crisis políticas, económicas o sociales sigue un período de gran producción artística.  Pareciera claro que en un contexto desalentador, la poesía se mantiene firme en su condición expresiva. La guerra no es la excepción.

Militante o reflexiva, la poesía no ha sido ajena a los conflictos bélicos. En muchos de ellos se tomaron ciertos versos como canciones de marcha que alentaban a las tropas y despertaban fervor entre los soldados. Por ejemplo, en la Guerra de Independencia de Venezuela, los patriotas entonaban estrofas que exaltaban la figura de El Libertador. Luego, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, así como en la Guerra Civil Española, muchos escritores y poetas se vieron en la necesidad de enlistarse y, desde las trincheras o barracas, compusieron obras que dejaron registro de sus experiencias.

«La poesía vive de la crisis del lenguaje y de la historia, porque vive reconstruyendo desde las problematizaciones del lenguaje que han dejado las catástrofes. La poesía no es comodidad, es sumergirse en el abismo con una antorcha para iluminarlo y salir de esa caverna con nuevas sombras», sostiene Álvarez. 

A propósito de este tema, El Ucabista realizó una pequeña selección de extractos de poemas sobre la guerra, los cuales evidencian los sentimientos y angustias de sus autores, pero también el horror del momento en que fueron escritos.

Una celebración necesaria

Más allá de la realidad actual, Luis Alfredo Álvarez enfatiza la importancia de conmemorar la poesía como género literario. «Celebrar la poesía es celebrar al hombre y su inapelable relación con la palabra. Si revisamos su etimología, la poesía está emparentada con el verbo hacer, con la encarnación de los sueños y con la posibilidad de traer las experiencias pasadas al presente. La poesía, entonces, es creación, representación de un mundo imposible y memoria».

«Los poetas románticos como Shilley, Keats, Leopardi, entre otros, diferenciaban la poesía del poema. Para ellos, la poesía es una de verdad y toda verdad es eterna. El poema, por el contrario, es el intento de darle un cuerpo a la poesía. Esa necesidad de atrapar la verdad mediante palabras sometidas al devenir del tiempo y al espacio es lo que, paradójicamente, ha convertido al poema en la representación de una imposibilidad», añade el profesor de Teoría Literaria en la Escuela de Letras de la UCAB.

Por su parte, Santaella opina que el valor de la poesía radica en lo que puede decir del mundo y del hombre.

«La importancia de la poesía siempre ha sido la misma: ninguna y toda. La poesía sostiene la creatividad del lenguaje, lo arranca de su peso de lugares comunes, pero también, la poesía en su sentido amplio, como diría Darío Jaramillo Agudelo, es una forma de estar despiertos ante el mundo. El poema, ya lo he dicho en otras ocasiones, sí es una forma de conocimiento que alcanza otros lugares del espíritu donde el conocimiento clásico no llega», puntualiza Santaella, quien es autor del poemario Tatuajes criminales rusos.

El profesor Álvarez recomienda a cualquier interesado en acercarse a este género, leer a poetas venezolanos como José Antonio Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Ramón Palomares, Eugenio Montejo, Carlos Contramaestre, Elizabeth Shön, Ida Granko, Miyó Vestrini, Juan Sánchez Peláez, Luis Alberto Crespo, Hanni Ossott, Yolanda Pantin, Harry Almela, Armando Rojas Guardia y el «indispensable» Rafael Cadenas. Además, destacó a los ucabistas Adalber Salas, Alexis Romero, Miguel Marcotrigiano y el joven poeta Félix García.

♦Texto e infografía: Grace Lafontant León/Fotos: Times UK (apertura) y Manuel Sardá (retratos)