«Educar es un acto de amor» afirmó recientemente Arturo Sosa, superior general de la Compañía de Jesús. Siguiendo esta máxima, el director de Identidad y Misión de la UCAB asegura que las instituciones jesuitas promueven la formación de jóvenes con sensibilidad y capacidades para influir positivamente en su entorno 

En todo amar y servir. Ese es uno de los principios ignacianos que, con más frecuencia, se repite en la UCAB. Y no es casualidad, pues la universidad forma parte de la Compañía de Jesús, cualidad que la establece como una institución católica guiada por los valores de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía.

El superior general de los jesuitas, el padre Arturo Sosa, ratificó recientemente que una de las expresiones de ese amor y servicio está en la educación. Llamó a los miembros y colaboradores de las obras de esta orden católica a fortalecer la práctica educativa.

«Educar es amar reverencialmente a la persona que tengo frente a mí, respetándola en su dignidad y procurando que su vida adquiera las herramientas necesarias para potenciar la bondad que habita en su interior. Cada vez que ofrecemos educación apostamos por la capacidad de aprender que tiene cada persona y confiamos en que se recibe será puesto al servicio del bienestar propio, de su familia y la sociedad en general», dijo Sosa en un video publicado a principios de junio en el canal de YouTube de la Compañía de Jesús.

El padre César Muziotti, director de Identidad y Misión de la UCAB, está convencido de que la máxima planteada por Sosa es una práctica común en las más de 200 instituciones educativas de la Compañía de Jesús a nivel mundial. Agrega que el Año Ignaciano que está por concluir (celebración de los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola) ha servido para reflexionar sobre las acciones que las obras jesuitas realizan en el ámbito académico y la conversión permanente de sus miembros para cumplir la misión.

«Esto es un proceso constante de discernimiento para decidir cuáles son los mejores métodos para ayudar a nuestros estudiantes y comunidad a desarrollar dones y capacidades que se trasformen en habilidades para construir el servicio necesario desde una sensibilidad especial. Trabajamos para formar personas que no sean solo conocedoras de teoría y técnica, sino que sean sabias; que tengan la conciencia y la sensibilidad suficiente para resolver los grandes problemas de la humanidad. Este proceso también involucra a las redes educativas, que no pueden pretender ser solo fuentes de educación formal, sino también tener conciencia crítica de las sociedades donde su ubican para encontrar soluciones», comenta.

Como ejemplo de este accionar Muziotti destaca a Fe y Alegría, institución que tiene más de 60 años atendiendo niños y jóvenes en el país y que actualmente tiene presencia en 23 países. Para el padre no es coincidencia que Fe y Alegría tenga como emblema un corazón, pues tiene que ver directamente con lo que plantea Arturo Sosa. «Se educa como un acto de amor para potenciar la bondad, como dice el padre general, que habita en los seres humanos», dice Muziotti, quien además sostiene que los egresados de los centros de esta red de educación popular son agentes de cambio para transformar la sociedad a una más justa, respetuosa y solidaria.

Educar con valores ignacianos es enseñar con amor

César Muziotti es educador egresado de la UCAB en la mención Filosofía y confiesa ser un apasionado por la educación secundaria. En su mística como docente guarda un valor ignaciano: formar al estudiante para que piense y se haga preguntas acertadas. De esa forma, explica el padre, el alumno atraviesa un proceso de metacognición y así es capaz de llegar a las mejores respuestas gracias a su propio esfuerzo.

«Más allá de memorizar contenido, se trata de que sea capaz de expresar lo que ha aprendido a través de acciones. Como diría el mismo Ignacio de Loyola, ‘el amor conviene más que lo demuestren con obras y no con palabras’ y es importante recordárselo a los educadores ignacianos».

Por otra parte, el director de Identidad y Misión asegura que las instituciones ignacianas se alinean con el Pacto Educativo Global que propuso el papa Francisco,  el cual plantea la necesidad de que la educación sea accesible a todo el mundo y bajo los mismos niveles de calidad formativa, y que este proceso se inserte en la lógica de respeto a la casa común, es decir, el planeta Tierra.

 

«La Compañía de Jesús tiene la red educativa más grande del mundo porque sus instituciones no tienen diferentes identidades, sino que son una gran familia educadora con un mismo sentir, misión y servicio. Y eso es una fortaleza y una oportunidad muy grande que tenemos. Ese reto que propone el padre general va acompañado por unas estructuras que llevan casi medio milenio y que nos ayudan a sentir que hacemos un buen trabajo desde las plataformas donde trabajamos jesuitas, laicos y colaboradores diversos en esto que llamamos el sistema ignaciano de educación», agrega Muziotti.

Docencia para construir país

En Venezuela existe un déficit importante de maestros. De hecho, César Muziotti ve con preocupación la disminución de jóvenes interesados en estudiar educación. Es un riesgo para el futuro, dice, porque los maestros son indispensables para la prosperidad de la sociedad. Ser educador, explica, es una profesión subestimada, pero en realidad es una valiosa, productiva y necesaria. Por eso, invita a que más bachilleres se interesen en esta carrera.

Para abordar las dificultades y desafíos de la educación en Venezuela, durante el 13 y 14 de junio se llevó a cabo el Simposio Educativo en la UCAB donde profesores, ponentes nacionales e internacionales discutieron sobre los ingredientes fundamentales del arte ignaciano de educar que son la calidad e innovación. «Los maestros somos grandes creyentes de que un aula es un semillero de cambios y bienestar social», apunta Muziotti.

El jesuita concluye señalando que «la educación es el ingrediente fundamental para sacar a toda la sociedad no solo de la ignorancia, sino de la pobreza» y advierte que hay que enfrentar el peligro de formar únicamente tecnócratas y no humanistas.

«Una sociedad que opta por dedicarse solo a lo técnico, olvidando el mundo de las humanidades, va matándose poco a poco a sí misma. La ignorancia no solo es objeto de empobrecimiento, sino de manipulación y por eso debemos luchar por sociedades menos ignorantes, pero sí más creativas. La UCAB es ejemplo de eso, pues, a pesar de la crisis, hay adelantos tecnológicos, reflexión en torno a los currículos de sus escuelas, estudio del contexto para entender cuáles carreras pueden responder a la sociedad en la que estamos».

Quienes deseen escuchar el mensaje sobre la educación del padre Arturo Sosa, prepósito general de la Compañía de Jesús, pueden hacer clic en el siguiente enlace: https://youtu.be/-5WTq45Titk

♦Texto: Grace Lafontant León/Fotos: Manuel Sardá