Dedicado, comprometido y echador de broma son algunos de los adjetivos que definen al profesor Ariquimedes Chacón, psicólogo egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en el año 1996 y quien desde el 2012 imparte clases en la UCAB.

Del cafetín de la universidad  al vagón del Metro o una cola por la autopista, el profesor Chacón no se pone límites en cuanto a la enseñanza se refiere.  Educa a sus alumnos en diferentes ambientes y admite, además, que las mejores discusiones no siempre se dan en el aula.

Asegura que su propósito y mayor pasión es hacer que al menos un estudiante salga de sus clases comprendiendo y poniendo en práctica lo que explicó. Esto lo ha llevado a reestructurar su método de enseñanza cada semestre.

Psicoterapeuta y consultor organizacional, Chacón actualmente culmina su Doctorado en Psicología en esta casa de estudios y dicta nueve cátedras en tres Escuelas diferentes: Comunicación Social, Ciencias Sociales y Psicología.

La lista de materias que imparte incluye Metodología, Introducción a la investigación en Ciencias Sociales, Cuantitativa experimental, Estadística, Psicología social, Investigación documental  y Psicología industrial.

En todas siempre da lo mejor de sí para sus estudiantes, rasgo que lo distingue y que sus propios alumnos reconocen. 

¿Cómo o cuándo se dio cuenta que le gustaba la docencia?

«Un día me di cuenta que me gustaba esto de que las personas aprendieran pero no dentro de la UCAB y por medio de alguien me llegó un correo de la universidad en donde decía que necesitan docentes. Vine acá a ver cómo era la cosa, para ese entonces estaba de directora de la Escuela de Psicología una profe que me había dado clase y ella fue quien me dijo que encajaba en el perfil. Así tuve mi primera experiencia«.

¿Cómo fue su primera vez dando clases?

«Me costó mucho porque antes yo trabajaba con ejecutivos o trabajadores y no es lo mismo enseñar a universitarios. Además, el primer grupo que me tocó era de muchachos de primer semestre, jóvenes recién graduados de bachilleres. Poco a poco me di cuenta que esto era lo mío. Lamento no haber venido antes porque lo pude haber disfrutado mucho más».

¿Cuándo se interesó por mejorar como docente?

«Al poco tiempo empecé a darme cuenta que me llamaba mucho la atención y que me gustaba, que había que encontrar maneras distintas de explicar las cosas, que yo no compartía la visión de otros docentes de quedarme con la teoría ni que estaba por encima de mis alumnos. Cuando me percaté de que necesitaba nuevas estrategias, empecé a realizar talleres de formación docente dentro de la universidad, un mundo completamente desconocido para mí. Hice cuanto curso podía porque sentía que no les daba todo a mis alumnos. Además, yo estuve sentado en un pupitre, yo estuve ahí y sé lo que se siente».

¿Cree que enseñar a estudiantes de diferentes carreras le ha permitido mejorar como docente?

«Sí. La primera Escuela en la que trabajé luego de Psicología fue la de Ciencias Sociales y el cambio fue brutal. Me sentí tratado de una manera distinta porque yo tenía otra visión sobre cómo dar clases. En mi Escuela sentía que tenía el derecho a decir cualquier cosa,  en cambio en Ciencias Sociales me sentía como ‘el importado’, aunque siempre fui bien recibido.  Luego entré en Comunicación Social y la cosa fue similar. Al final entendí que mis alumnos, en las cuatro carreras, son completamente distintos. De hecho he estructurado mis materias con base en sus intereses. Un primer paso que tuve al cambiar de Escuela fue cambiar yo para no perder el interés de abordar los temas que les interesan a mis alumnos. Dar clases en diferentes escuelas es un proceso de aprendizaje valioso».

¿Cuál es la fórmula para que sus alumnos disfruten tanto sus clases?

«Para mí esto es un intercambio. Yo creo que el primer factor podría ser que yo considero a quien tengo al frente. Yo no veo a mis estudiantes como personas que no saben, yo creo que ellos saben mucho. El segundo aspecto es que yo no doy la clase de forma teórica. Hay una teoría, hay un libro en donde está la información pero yo no enseño la teoría, yo veo las realidades de cada uno de mis alumnos. Yo le pongo a mis estudiantes noticias del periódico y les digo: ‘con lo que tenemos en la materia ¿cómo lo explicamos?’. Eso es lo distinto, los invito a reflexionar, a ver cómo los asesoro. Uso muchos ejemplos, me siento y pienso muchos ejemplos para ellos. Para estadística puedo usar referencias sobre su mamá, la suegra, la hermana o cualquier cosa que les haya pasado. Y otro punto que yo creo que les gusta es que yo siempre estoy abierto a mis alumnos, puedo dar clases en cafetín, en la grama, en el Metro, etc. Aunque yo me quedo en La Yaguara, me ha tocado ir hasta La California porque no me quiero bajar cuando veo que le estoy explicando algo a un alumno y lo entiende».

¿Qué anécdota atesora sobre el trabajo con sus alumnos?

 «En un semestre estaba dando Investigación en Ciencias Sociales y compartía la cátedra con otro profesor, que estaba en el salon contiguo. Empecé a dar mi clase a un grupo de cuarenta y pico de personas. A la siguiente semana, vi que tenía casi 80 alumnos y ya no cabían, que seguían entrando muchachos con pupitres y me dije ‘¿pero que es esto?’. Una muchacha a la que yo ya conocía me dijo: ‘profe es que son alumnos de la otra sección’. Cuando me asomé al otro salón vi que el  otro profesor tenía  solo ocho estudiantes porque los otros cuarenta y pico estaban conmigo. Después de la clase fui a hablar con el director de la Escuela y le conté la situación. Me dio toda libertad y me permitió dejar o no entrar a los alumnos de mi clase. Al final decidí no dejarlos entrar porque no podía con el manejo de tanta gente; yo soy muy de la participación y con  80 no sería posible. Al tiempo me llamó el director y me dijo: ‘lo que hiciste es que más de 30 alumnos de la otra materia la retiraran para ver clases contigo el próximo semestre’».

¿Para usted qué es la docencia?

«Una vez necesitaba ir para Prados del Este para atender a un paciente allá. Cuando me monté él me dijo: ‘bueno profe, yo tengo tres dudas’. Íbamos los dos echando cuentos sobre la materia explicándole. Iba con un cuaderno haciéndole dibujos de la materia esperando a que frenara para que pudiera verlos. Yo me quería asegurar que yo me iba a bajar del carro y el pana iba entender la materia, no quería que se quedara con la duda. Esa es la oportunidad, un alumno a la vez se hace la diferencia. Creo que por ahí va la cosa».

♦ María José Rodríguez/Foto: Jesús Fonseca

*Los docentes ucabistas que quieran formar parte de esta sección o deseen postular a alguien, pueden escribir a los correos electrónicos: [email protected] o [email protected]