Cada mañana, una vez hecho el desayuno y con el estómago lleno, los alumnos de la Escuela Técnica Agronómica Salesiana San José -institución fundada en 1984 y ubicada en el pueblo del mismo nombre en el estado Barinas- salen preparados, luciendo sus botas encharcadas, pantalones y camisas sudadas. Llevan consigo sus sombreros y aperos o herramientas para enfrentar la jornada diaria (cuerdas, picos, palas). Todos están enérgicos por comenzar a trabajar, de modo que pareciera que ninguno quisiera quedarse a dormir un rato más.

Se reúnen con su grupo, van de cinco en cinco y comienzan su larga caminata. Unos hasta los corrales, otros hacia huerta y jardín, y unos pocos van directo a reparar las cercas rotas por el rebaño. Se escuchan los pasos cerquita y los animales mueven la cabeza para ver quién va llegando, los muchachos les hacen un llamado y, como si fuese una orden militar, los animales se levantan. ¡Comenzó el día!

Las vacas y búfalas con las ubres duras, cargadas de leche, están listas para amamantar a sus crías, pero no se les deja y comienza el forcejeo. Unos luchan con el becerro (o bucerro, como también le llaman) de 200 kilos y otros con la madre, de hasta 600 kilos, para separarlos. Se logra el objetivo, la madre es encerrada en el cubículo, se le asegura con las patas amarradas y, por fin, comienza el ordeño a mano, escuchándose a lo lejos al becerro reclamar.

Se  obtienen unos 60 litros de leche en total, estos van directo a la quesera didáctica de la escuela, 10 kilos de queso deben estar listos al final de la tarde. Van pasando las horas y siguen trabajando, no se escuchan risas, casi no hablan entre sí, están concentrados en terminar  todo el trabajo antes de que el sol comience a quemar. Se aseguran de haber dejado el área y animales limpios, junto con los bebederos y comederos a rebosar.

Ver también: Crónicas Pazando. La peluquería yukpa

 

 Suena la campana, son las 12 del mediodía y comienza la caminata hacia la zona residencial. Van a buen paso y contentos, agua fría y un plato de comida les espera antes de comenzar la segunda jornada. Los que estaban en los corrales llegan cargados con 24 cartones de huevos; los de huertas llegan con sacos de verduras y frutas. ¡Habrá buen banquete en la cena!

A la 1 pm, cada uno entra a su respectivo salón de clases; ya no son capataces, ahora son estudiantes de 4to, 5to y 6to año que se forman como técnicos medios agropecuarios, nerviosos por el examen que viene y por las notas de segundo lapso que vendrán a buscar papá y mamá la próxima semana.

Después de clases y su hora deportiva, van derechito a las duchas, ninguno deja pasar su preciado momento de aseo personal. Salen bien arreglados, perfumados y peinados. Suena la tercera campanada del día y todos se encuentran en el comedor, se lavan las manos antes de entrar.

Una vez acomodados en las mesas hacen una oración de pie para bendecir los alimentos. Están emocionados, comentan sobre lo rico que huele en la cocina, esperan su turno y retiran sus bandejas: jugo de mango, arepa con huevos revueltos con tomate, pimentón y cebolla; en promedio tardan cinco minutos en terminar la cena, pero se quedan esperando a los otros, hablando y contándose entre risas las vivencias del día.

Se van a los pasillos esperando pasar al auditorio, a la espera de quizás algún mensaje reflexivo de parte de los sacerdotes de la institución o alguna actividad recreativa. No paran, hablan, bromean, se ríen. Me acerco a uno de los grupos reunidos en círculo y les echo un piropo: «¡Qué guapos están! ¿Dónde es la fiesta?”.

-¿Y es que a una cena se va en shorts o pijama?

-¡Cará! ¿Cuándo se ha visto que uno va a cobrar su sueldo, sucio y sin arreglarse?

-El trabajo se hace con las manos sucias, la paga se recibe con las manos limpias

-Y recuerda, ¡el que no trabaja, no come!

♦Texto: Getsemaní Pérez Tovar. Estudiante de 5to. semestre de Psicología y participante del programa PAZando 2020/Fotos: Dirección de Identidad y Misión UCAB


*PAZando es un programa de inserción social estudiantil, promovido por la Dirección de Identidad y Misión de la UCAB, a través del cual, cada año, los participantes viajan a distintas comunidades rurales del país, con el fin de conocer la realidad que viven sus habitantes, intercambiar experiencias y ofrecer apoyo y atención desde su área de competencia, todo como parte de la misión de la universidad de formar profesionales solidarios y comprometidos con los sectores vulnerables.
Esta crónica forma parte de una serie que busca dejar testimonio de cómo la experiencia de PAZando cambia la vida de los estudiantes que en se involucran en este proyecto.
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