El educador, filósofo y sacerdote jesuita de 42 años asume su nueva responsabilidad dentro de la UCAB con el reto de fortalecer la cultura institucional, a la luz de las enseñanzas de San Ignacio de Loyola, y aumentar las capacidades de los estudiantes para enfrentar la vida no solo con sentido personal, sino colectivo. «El individualismo es un peligro de la generación autodidacta de hoy», dice.

Es oriundo de Lechería, estado Anzoátegui. A temprana edad tuvo contacto con las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, quienes actuaron como sus maestras y lo ayudaron a obtener la claridad para dar el paso hacia el servicio que luego se convertiría en su misión de vida.

Ingresó en la UCAB en el año 2001, luego de adoptar el sacerdocio, para graduarse como licenciado en Educación, mención Filosofía, en 2007. Continuó sus estudios en Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, para luego culminar, en el año 2020, la maestría en Liderazgo, Administración y Políticas Educativas en el Boston College, de Estados Unidos.

Con este bagaje y las enseñanzas de sus antecesores, quienes lo acompañaron en el camino académico dentro del campus ucabista, el nuevo director de Identidad y Misión (DIM) de la UCAB, César Muziotti, se prepara para los retos que,»con mucha ilusión», afrontará durante su gestión, al estilo Magis. Estos comprenderán el reforzamiento de los programas de acción social existentes, la actualización de las cátedras institucionales que le competen a la Dirección y las ideas propias que trae a la mesa, luego de los años de preparación previos a este desafío, para cumplir con la consigna ignaciana que imprime el sello a la vida ucabista: «en todo amar y servir».

 

Dirección de Identidad y Misión

 

¿Qué recuerdos guarda de su pueblo de origen?

«Mi papá trabajó muchos años en la industria petrolera. En 1993 nos mudamos a Jusepín, Monagas, donde aún viven mis padres. Lamentablemente, mis tres hermanos han tenido que migrar con sus familias a otros países. Allí en Jusepín conocí a las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús. Una de ellas daba clases de latín y francés en el liceo del pueblo donde hice mis estudios en humanidades. La hermana Mercedes ‘Merche’ nos invitaba en las clases a reflexionar sobre la situación del país y traducir esas reflexiones en los idiomas que nos enseñaba».

¿Fue allí donde experimentó su primer acercamiento a la espiritualidad?

«Durante mi penúltimo año de bachillerato, una compañera de clases que me
gustaba me invitó a hacer el curso para el Sacramento de la Confirmación en la
única parroquia del pueblo. La hermana Merche era la facilitadora del curso.
Nos llevaba los fines de semana a visitar los sectores más pobres del pueblo. Esa
inserción en lo social era algo nuevo para mí. Era la primera vez que veía la pobreza
de mi país ‘cara a cara’”.

 

¿Cómo descubrió su vocación sacerdotal?

«Ese fue el inicio de mi larga reflexión sobre qué hacer con mi vida y cómo invertir mi tiempo en algo que no fuera sólo para mí, sino para muchos otros. Una vocación para ser feliz y ayudar a otros a encontrar la felicidad viviendo mejor. Aquellas personas fueron mis primeros maestros en mi discernimiento vocacional. Fue el modo en que Dios me buscó para iniciar esta historia de vida conmigo. Algunos años después, durante mi etapa universitaria, las mismas religiosas del Sagrado Corazón me pusieron en contacto con los jesuitas. Es una orden religiosa que me apasionó por su vida en comunidad, por su profunda formación humana y profesional y por no tener un carisma definido; cualquier locura que sirva para lograr un mundo mejor puede ser misión en la Compañía. También me apasionó por promover una relación cercana y sencilla con Dios, a través de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola».

¿Cómo llegó a la Dirección de Identidad y Misión?

«He estado en lo que ahora se llama la Dirección de Identidad y Misión desde 2002. En enero de ese año, cursando mi primer semestre en Educación, me integré al equipo de acompañantes del grupo ‘Universitarios en Misión’, que dependía de la entonces Dirección de Pastoral. El profesor Ricardo Márquez era el director. Yo tenía 23 años y participaba como estudiante y como joven jesuita. Ahora tengo 42 años. Mis cinco años de carrera estuve colaborando allí. (…) Imagino que la decisión tomada por el equipo rectoral tiene que ver con mi experiencia en áreas de juventud, identidad y liderazgo ignaciano; y también en el área educativa para la gestión desde la DIM. Al llegar mi nombramiento, hice el ejercicio retrospectivo y me pareció curioso que en aquel 2002 nunca pensé que llegaría a ocupar este nuevo rol en nuestra alma mater. Creo que he aprendido mucho de los anteriores directores de este tiempo, como Ricardo y los  padres Danny Socorro y Erardo Hernández».

¿Qué considera sobre el trabajo hecho por su antecesor?

«El padre Erardo Hernández  gestionó esta Dirección en tiempos muy interesantes (…) Estuvo vinculado al proceso de construcción del Plan de Articulación de las direcciones que componen el Vicerrectorado de Identidad, Desarrollo Estudiantil y Extensión Social, que pretende ofrecer espacios de formación en valores para la transformación personal y social. Este nos ayuda a motivar a los ucabistas a pertenecer a agrupaciones y programas interesantes durante su paso por la universidad, y no sólo verla como una plataforma de salida al ámbito profesional».

¿Qué visión tiene sobre el trabajo por hacer?

«Como voy aterrizando en la Dirección, son muchas las ideas, proyecciones y recursos que tengo en este momento en mente (…) No hay misión sin visión. Tener visión es un modo transformador de ver la realidad. La visión también debe capturar lo mejor de las aspiraciones y metas de las personas y organizaciones. La visión da forma a la misión a largo plazo dentro una organización. La visión conduce el modo como recogemos en una organización los valores, las creencias y los principios que hemos heredado y que afectan nuestro modo de ser y de influir en otros. Una misión con visión y conciencia de nuestra identidad lidera los propósitos y prioridades en nuestra labor».

¿Qué retos identifica en torno a la aplicación de esta visión?

«En este momento, tenemos un trabajo crucial. Nuestros programas atienden a menos de 2 % del estudiantado, si participan por voluntad propia. La mayoría de ellos lo hacen porque vienen de instituciones educativas católicas o por afinidad con nuestros programas que pregonan la justicia y el compromiso social. Allí tenemos como ejemplo Pazando, PLIUL (Programa de Liderazgo Ignaciano Universitario) o la Cátedra de Honor P. Luis Ugalde s.j. Otro 17 % participa en las actividades de carácter obligatorio, como nuestra Cátedra Institucional de Identidad Liderazgo y Compromiso I y II. ¿Cómo podemos animar a la participación del resto? ¿Qué nos está faltando en la convocatoria? ¿Cómo llegamos del modo apropiado a los no creyentes, creyentes de otro modo o interesados en otro tipo de programas y actividades en nuestra universidad? Allí está un reto importante y no hemos entrado aún en mayores iniciativas para el personal interno».

 

La pandemia no detuvo a PAZando 2020

 

¿Cuál es su opinión sobre la formación académica de los jóvenes en estos tiempos?

«La formación académica tiene que ser también amiga del fortalecimiento de las capacidades de los jóvenes para enfrentar la vida con sentido no solo personal, sino también con sentido común y social, porque el individualismo es un peligro para la generación autodidacta de hoy. Las ‘juventudes’ de hoy, porque no creo que haya un solo modelo de joven, son a la vez un reto para el educador, porque los jóvenes de hoy no solo aprenden, también nos enseñan en un montón de áreas».

¿Cuál es su propuesta? ¿Qué programas de la DIM se fortalecerán?

«En nuestra Coordinación Académica estamos trabajando en apuntalar la asignatura de Identidad, Liderazgo y Compromiso y de ofrecer aún más espacios de acompañamiento y formación de sus docentes. (…) En la Coordinación de Estudiantes seguimos trabajando en la estructura y los bloques temáticos de nuestra emblemática Cátedra de Honor P. Luis Ugalde SJ. Queremos incorporar a profesionales de otras instituciones u organizaciones del país en la reestructuración de la formación sociopolítica y humanista de los participantes. Algo similar queremos hacer con el programa Pazando, que conecta a muchos jóvenes cada año con comunidades rurales, indígenas o suburbanas del país desde sus riquezas locales y desde sus necesidades, las cuales cuestionan y concientizan a nuestros estudiantes. (…) Otro valioso trabajo que está en marcha es el fortalecimiento de los «Encuentros Ucabistas» con los estudiantes y todos los programas y espacios para el acompañamiento y formación del personal docente y administrativo de la universidad».

¿Qué ideas nuevas planea poner en marcha?

«Estamos en medio de una reflexión creativa que nos lleve a evaluar lo que ya hacemos y a innovar con otras iniciativas. Necesitamos crear espacios para discutir nuestra identidad como universidad jesuita. Necesitamos unirnos a todas las unidades que gestionan la imagen institucional de la universidad. Necesitamos conectarnos más internamente en el acompañamiento humano y académico con cada miembro de nuestra comunidad universitaria. Necesitamos mas espacios de reflexión social sobre el liderazgo estratégico de nuestras acciones. Por supuesto, vamos a apostar por un mayor uso de los recursos tecnológicos y de la comunicación del campus. Queremos tener mayor presencia en los espacios de discusión cultural, política y social dentro de la universidad. Además, estamos trabajando en el nuevo Plan de Articulación de Valores para la Transformación Personal y Social».

¿Cuáles son sus expectativas en este nuevo cargo?

«Tengo mucha ilusión, así como tengo mucha esperanza en nuestro país y en futuros procesos de renovación nacional. Creo que la universidad ha dado muestras de que puede hacer mucho bien y me alegra formar parte de esa labor, como ciudadano, como docente y por supuesto como jesuita. No te puedo negar que me da también temor por la inmensa responsabilidad que siento y por todo lo que te he descrito y espero podamos lograr».

 

Finalmente, el padre César Muziotti se mostró dispuesto a «seguir llevando con claridad y fortaleza la misión de nuestra universidad», como lo hiciera Ignacio de Loyola en el año 1547, quien con sus compañeros en la nueva Compañía de Jesús apostó por la educación, fundando su primera universidad en Gandía, España, y un año después, su primer colegio en Mesina, Italia.

♦Texto: Diego Salgado/Fotos: Manuel Sardá