La periodista Johanna Pérez Daza celebra la persistencia del equipo que, desde el Centro Gumilla, mantiene viva esta publicación, dedicada por más de cuatro décadas a mirar con ojo crítico al país, a partir de la revisión de sus fenómenos culturales y comunicacionales. 

 

“Lo que realmente me asombra no es que todo se esté derrumbando, sino la gran cantidad de cosas que siguen en pie”.

Paul Auster

En la presentación del 25° aniversario de la agrupación musical Serenata Guayanesa, Pedro León Zapata comentó la anécdota de un amigo que llevó a arreglar un reloj en una relojería en París. Al indicarle que debía pasar a retirarlo la próxima semana, preguntó si le darían un recibo o algún soporte impreso (un papelito, pues). “¿Monsieur, cómo va a dudar usted de nosotros?”. La tienda tenía más de 300 años ubicada en el mismo lugar y, obviamente, no se irían a ningún lado, con ningún encargo. El problema, afirmaba Zapata, es que “uno es venezolano y uno va de Caracas. No es que uno dude de los relojeros caraqueños. Uno lo que duda es de que si uno manda a componer el reloj aquí, la semana que viene cuando vaya le digan ¿cuál reloj, si esto es una tintorería?” . Remataba afirmando que en el país nada dura, todo cambia, incluso hay cosas (como El Helicoide y el Hotel Humboldt) que no sólo acaban rápidamente, sino que no han empezado nunca. Por eso es un acontecimiento, una verdadera proeza celebrar aniversarios que señalan la existencia y continuidad de proyectos que han alcanzado maduración y solidez.

Zapata recurrió a la historia de su amigo y yo acudo a la de él para reconocer el valor de aquello que resiste el paso del tiempo y sus frecuentes inclemencias, logrando mantenerse a pesar de las adversidades y la devastación. Nada más acertado en el relato que la escogencia de una relojería para significar esta idea de permanencia que, a su vez, nos lleva a pensar en el tiempo que, según José Antonio Ramos Sucre, no es más que una invención de los relojeros. Esas invenciones que nos sostienen y nos muestran travesías andadas y rutas por explorar. Es el caso de la revista Comunicación que sigue en pie, combinando servicio, tradición y trayectoria.

Es una revista, no una relojería, susurro para mí. Sin embargo, el tiempo es un concepto ineludible y transversal en estas líneas. No se trata de componer aparatos, afinar mecanismos o engranajes, mucho menos de estar físicamente en el mismo lugar, sino de perdurar y reinventarse en la compleja tarea de escribir y publicar, de registrar y reflexionar, de ordenar y compartir ideas que no es otra cosa que un tenaz intento de los seres humanos por comprender nuestras circunstancias, exponer preocupaciones comunes, dialogar con otros y constatar que no estamos solos.

45 años. 192 números. Un Compromiso y numerosos textos publicados, antes en formato impreso, ahora en digital. Su primer número cristalizó en 1975, al amparo del Centro Pellín, y constaba de 28 páginas que se valían de la tecnología del momento —máquina de escribir, mimeógrafo y esténcil— con el objetivo de ser “una comunicación sobre comunicación, de comunicadores y para comunicadores”. Cacofónico y enfático el lema no dejaba dudas sobre el alcance y contenido de la publicación trimestral que reunió a un grupo de jesuitas, comunicadores, profesores y estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello, especialmente de la Escuela de Comunicación Social. Su Consejo Fundacional lo integraron: José Ignacio Rey, José Martínez de Toda, Francisco Tremonti, Jesús María Aguirre, César Miguel Rondón, Marcelino Bisbal, Ignacio Ibáñez y Epifanio Labrador.

Desde 1985 se adscribe al Centro Gumilla, el Centro de Investigación y Acción Social de la Compañía de Jesús en Venezuela, conservando su autonomía de funcionamiento, siguiendo el pulso del acontecer nacional sin desatender la reflexión teórica, la investigación y el debate internacional a través de los aportes de destacados colaboradores que han encontrado en la revista un espacio de diálogo, contrastes y divulgación, un esfuerzo por promover la libertad de pensamiento. En suma, una opción democrática.

Ha atravesado distintas etapas, a veces idealistas, otras militantes. Ha sido una referencia fundamental en la formación de los comunicadores venezolanos, muchos de los cuales intercambiamos sus ediciones impresas en los jardines y pasillos de nuestras universidades. Ha sido también semillero de investigadores y antídoto contra la desmemoria. En sus páginas se recogen significativos temas comunicacionales y culturales de las últimas décadas. Ha revisado su enfoque, redefinido su diseño y ajustado su estructura. Las secciones fijas son el espinazo que contiene su maleabilidad. Estas son: Agenda Pública, Dossier, Estudios, Hablemos, Documentos y la emblemática Galería de Papel a cargo del artista Víctor Hugo Irazábal.

En el número 100 de la revista, en 1997, los autores se preguntaron por “la comunicación que vendrá”, imaginando el futuro como una pregunta abierta, una hoja en blanco, una invitación a bocetar. Tras cuatro décadas y media de circulación ininterrumpida esta revista es un testimonio de “la comunicación que ha sido”, plantándose frente a la realidad, abordando los temas fundamentales del acontecer cultural, periodístico, en constante actualización, comprometida con la dinámica nacional —por asfixiante, compleja o amenazante que ésta sea—.

45 años, “una edad que en el ser humano no es tanta, pero que en una publicación temática y en el contexto venezolano es mucho, muchísimo”, se lee en su presentación. A los 45 años, las parejas festejan las bodas de zafiro que simbolizan verdad, sinceridad, constancia y lealtad. Extrapolar estos valores y cualidades al cuadragésimo quinto aniversario de Comunicación nos lleva a pensar en las búsquedas del periodismo y la academia, así como en la sintonía entre el ser y el deber.

¿Cuántos años más celebraremos? En aniversarios anteriores el Consejo Editorial ha subrayado ¡pensamos insistir! Ciertamente no hay bolas de cristal ni oráculos infalibles, pero recorridos como el de esta revista nos hacen ser optimistas  e incluso nos llevan a confrontar la imagen referida al inicio de este texto sobre los establecimientos desaparecidos y aniquilados, convertidos en quincallas, carnicerías o bodegones que tal vez también serán pasajeros o itinerantes.

En momentos en que el país es atravesado por la nostalgia (lo que fuimos) y la desesperada aspiración (lo que podemos ser), los proyectos persistentes nos reconcilian con lo que somos (en presente), con lo que resiste e insiste, con lo que no se deja vencer ni atropellar, lo que no claudica —que no debe confundirse con lo que queda como residuo endeble o ruina testaruda, sino con lo que se sostiene a pesar de la falta de certezas, aún sobre el espeso manto de la incertidumbre— y con determinación encara el porvenir. Esta conjunción de tiempos nos acerca a la esencia de una revista en la que pasado, presente y futuro dialogan con la posibilidad de ser y estar, sin ignorar ni esquivar las amenazas acechantes, sino optando, más bien, por la esperanza como “el sueño del hombre despierto” (Aristóteles).

La revista Comunicación está disponible para consulta  gratuita en: www.comunicacion.gumilla.org.

También puede descargarse directamente en este enlace:

https://elucabista.com/wp-content/uploads/2021/02/Revista-Comunicacion-45-aniversario.pdf 

♦Texto: Johanna Pérez Daza/Collage: El Ucabista