El caricaturista especializado en sátira política, Jean Plantureux, participó en un foro con estudiantes de periodismo de la Escuela de Comunicación Social y respondió algunas preguntas sobre su carrera, la responsabilidad creativa y la libertad de expresión. Se confesó admirador de la «resistencia de los venezolanos»

El pasado miércoles 4 de mayo, la Universidad Católica Andrés Bello le dio la bienvenida al caricaturista francés Jean Plantureux. «Plantu» -nombre profesional con el cual ha sido conocido internacionalmente durante sus 50 años de carrera- visitó los espacios del Centro Cultural UCAB como parte de su gira en Caracas, con motivo de las actividades por el Día Mundial de la Libertad de Prensa organizadas por la Embajada de Francia en Venezuela.

El dibujante de 71 años -quien hasta su jubilación, en marzo de 2022, publicaba sus viñetas en el periódico Le Monde de París- fue el protagonista de una tertulia y sesión de preguntas con alumnos de la Escuela de Comunicación Social de la casa de estudios, con quienes compartió su experiencia personal y laboral en la creación, la publicación y el efecto mediático de sus caricaturas.

Arte de última página: un trabajo de reflexión y equilibrio

Para Jean Plantureux, el trabajo del ilustrador para prensa tiene dos luces: por un lado lo compara con un juego de palabras, al estilo Scrabble, “donde se pueden construir nuevos significados con la unión de dos o más elementos independientes”.

Por el otro, dependiendo del tópico a explorar, considera que el oficio se parece al de un funambulista. La gran maniobra a realizar, a su criterio, es “intentar quedarse de pie, a pesar de lo delicada que pueda ser esta cuerda floja”.

«Personalmente he hecho trabajos sobre temas que quisiera dominar, pero que no lo consigo. Intento, con mi arte, plasmar la esencia de esos temas. El trabajo del ilustrador es también de traductor. Tenemos la destreza de poder traducir múltiples cosas, para que todos los que nos ven o leen puedan entenderlas».

En sus cinco décadas de labor -la cual empezó tras publicar su primera viñeta en Le Monde, sobre la Guerra de Vietman- dice haber tenido el privilegio de conocer “infinidad de personas”; con muchas no ha estado de acuerdo en sus creencias, pero asegura siempre haber tratado de entenderlas.

«Es un oficio donde exageramos y donde, a veces, solo exploramos la superficie de un asunto. Es un trabajo en el cual uno no debe hacerse muchas preguntas. Y sin embargo, es un oficio con el cual uno aprende mucho».

De responsabilidad y límites

Definido por el diario El País de España como el «dibujante político más temido de Francia», el autor galo se ha especializado en contenidos de sátira política, un género del humor que, típicamente, goza de adversarios sin importar el contexto social.

«Es interesante saber que uno puede dibujar cosas que, según tu país y tu cultura, pueden pasar como si nada y sin ofender a nadie… y cómo en otro país un simple dibujo puede ser el origen de un conflicto. Lo mejor en estos casos es entender por qué se crean esos conflictos y tratar de diseñar tomando como referencia conceptos y elementos de la cultura que compartimos y que son universales».

Por eso, ofrece tres recomendaciones a quienes se desenvuelvan en este mundo. La primera tiene que ver con la autocensura, algo que considera muy importante, por lo que aconseja a cualquier persona cuya labor se vincule a los medios de comunicación saber en qué momento aplicarla. “Cuando dibujo, expreso lo que siento en mi interior. Eso no significa que siempre tenga la razón. Aun así, disfruto mucho que me perturben mis opiniones, que me cuestionen”.

La segunda está relacionada con los límites éticos. En su caso, la barrera que se impone es la vida privada de los sujetos en cuestión: “Lo que la gente no quiere que se sepa, sus deseos e intereses más íntimos, es algo que jamás saltará a la vista en uno de mis dibujos”. 

Por último, llama a defender los valores de la democracia y la libertad y captar la atención de la gente sobre lo que es justo y correcto. Pone como ejemplo, la inclusión de pequeños ratones antropomórficos en su obra de ilustración.

«Para mí, poner esos ratoncitos en todos mis dibujos es una forma de indicarle al público que la democracia y todo lo que es correcto y justo nunca es algo totalmente ganado. Siempre existe el peligro de perderla».

La “ternura venezolana” como inspiración

Como caricaturista, Plantu considera que sopesa sus miedos y pulsiones sobre el papel diariamente: “Todos tenemos una violencia interna. Afortunadamente, yo dibujo porque cuando lo hago la violencia desaparece”. Asume que el amor al medio donde se publica el trabajo debe ser fundamental, “o aunque sea, un respeto y una buena relación con el editor”, una figura de suma importancia para vencer el fenómeno de la página en blanco.

Tras su jubilación, empezó a incursionar en el diseño de afiches de películas; el más reciente es el póster de Notre-Dame Brûle (Notre-Dame arde), del director Jean-Jacques Annaud. Para estas obras, igual que para cualquier tipo de diseños originales, dice que es importante tener borradores y saber qué modificar cuando es necesario. A fin de cuentas, “el dibujo final es el hijo de todos los bocetos anteriores”.

En los años 70, fue especialmente movido por las artes del maestro venezolano Pedro León Zapata y, más recientemente, por los diseños de la dibujante criolla Rayma. Tras visitar Caracas, expresa que vino a aprender.

“Soy admirador de toda la ternura que veo en Venezuela. Me gustaría, en algún futuro, llevar a dibujantes e ilustradores venezolanos a París para que puedan apoyarnos en explicar que -en efecto- hay dificultades y problemáticas en nuestro país y que, aún así, podemos aprender mucho de ustedes también. En países como Francia quisiera ver el mismo nivel de resistencia de los venezolanos”.

♦Texto: Daniel De Alba Suárez / Fotos: Ana Paola Delgado