Cuando hablamos en espacios públicos la mayoría de las veces obviamos el entorno, sobre todo cuando estamos alterados, emotivos o iracundos, y entonces nuestro secreto o tema personal se convierte “público”.

Este fue el caso mientras esperábamos el ascensor en un área de la universidad y una chica le contaba a otra un asunto personal (amoroso), pero lo importante era lo que repetía una y otra vez: “bien hecho lo que me pasó por boba, por tonta y, de pana, no te imaginas cuánto me odio por eso”.

¿Cómo un ser humano puede odiarse “tanto” por una mala decisión? ¿Cómo puede hacerse tanto daño emocional por haberse dejado llevar por lo que consideró era su mejor opción en ese momento? ¿Cómo se puede perder el control de tal manera que hablar de cosas íntimas a los cuatro vientos no importe, porque a la larga “mi vida no es problema de nadie”?.

He entendido en mi trayecto de vida que, cuando le dejamos todo a las emociones, nos cegamos de tal manera que podemos terminar haciéndonos más daño que el mismo problema. Si pudiéramos perdonarnos por tomar ciertas decisiones “incorrectas”, entendiendo que no siempre hay bueno o malo, blanco o negro, sino que también puede haber soluciones sobre el mismo problema, todo sería más sencillo y nos ayudaríamos muchísimo a modificar conductas, mejorar y, en fin, obtener soluciones para superar ese “problema”.

Cuando perdemos el tiempo auto flagelándonos no somos parte de la solución; por el contrario, hacemos mentalmente más grande el “problema” y terminamos complicando todo.

¿Nuestras acciones tienen consecuencias, buenas o malas? ¡SÍ! ¿Los problemas tienen solución? ¡SÍ! ¿Nos merecemos lo malo? ¡NO!

Somos seres de luz, somos merecedores de lo mejor, hacemos lo que podemos con lo que tenemos en el momento que nos toca vivir. Si volvemos el tiempo atrás, quizás haríamos exactamente lo mismo, sólo que ahora vemos la diferencia porque, justamente, ese problema nos hizo crecer, madurar y pensar en otra decisión.

Asumamos que no siempre haremos, diremos o pensaremos lo correcto, o las cosas no saldrán como queremos, pero comprendamos que eso no quiere decir que debemos auto destruirnos; al contrario, aprendamos, valoremos el aprendizaje y sigamos adelante.

Te invito a perdonarte, te invito a crecer a partir de cada error, te invito a buscar ayuda de especialistas si sientes que pierdes el control; pero, sobre todo, te pido que, jamás, jamás, pienses que te mereces lo peor.

Escrito por Alejandra Astudillo/Asistente Integral. Escuela de Ingeniería Civil/Foto: freepik.es

 


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