El doctor en Filología Hispánica y profesor de la Universidad Complutense de Madrid fue invitado por la Escuela de Letras de la UCAB a dictar un seminario sobre la historia del español en América. Para el investigador, quien también participó en la FLOC, el castellano cambia en función del uso de los hablantes y refleja, entre otras cosas, la historia de un país. «El español no es una lengua europea, es una lengua americana porque 90% de sus hablantes está en Hispanoamérica», sostuvo en una conferencia
El lunes 4 de diciembre comenzó oficialmente el seminario «El español de América en su historia: una visión general y tres ejemplos», programa formativo preparado por la Escuela de Letras de la UCAB, en alianza con la Universidad Complutense de Madrid. El curso, abierto a todo público, es dictado por el español José Luis Ramírez Luengo (Madrid, 1977), doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto, investigador de la historia de la lengua española en América y docente investigador de la Complutense.
Ramírez Luengo vino especialmente a Venezuela para ofrecer este seminario de cinco sesiones y participar en la Feria del Libro del Oeste de Caracas, FLOC UCAB 2023, como uno de los dos invitados internacionales.
En la FLOC encabezó una charla titulada «Saberes compartidos» en la que, precisamente, intercambió conocimientos académicos sobre el idioma castellano, tema sobre el que ha escrito más de 20 publicaciones. Además, presentó y leyó poemas de su libro Estará tu nombre en todo, compilado de versos que escribió inspirado en la geografía del continente americano.
«La lengua es un síntoma de algo que está pasando socialmente. Es decir, hay una incomodidad que se refleja en la retórica y en la lengua. (…) Si la sociedad está cambiando, naturalmente también lo hará la lengua«, afirmó en la tertulia en la que estuvo acompañado por las profesoras Lorena Rojas, investigadora del Centro de Investigación y Formación Humanística (CIFH) de la UCAB, y Johanna Rivero, directora del Instituto Venezolano de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Andrés Bello (IVILLAB) de la UPEL.
En esa conversación, el catedrático madrileño se aproximó, entre otras cosas, a la actualidad del idioma y a las polémicas derivadas del uso lingüístico en asuntos políticos como la inclusión o la igualdad de género.
«Creo que hay un problema y es que me parece que hay cierto pensamiento mágico con el lenguaje inclusivo. Es decir, si lo empiezo a utilizar de forma inclusiva, voy a acabar con el machismo (ojalá pudiéramos acabar con tantas taras de la sociedad). Lo que pasa es que cambiar la lengua no cambia la realidad; es cambiar la realidad lo que cambia la lengua. Estamos ante un cambio y lo que me molesta como historiador es que no sabré qué ocurrió al final porque probablemente muera antes de verlo», reflexionó.
Educación, redes sociales y el habla
Al preguntársele sobre la relación entre la educación y el lenguaje, el investigador resaltó que los hablantes cuentan con lo suficiente para comunicarse. Sin embargo, afirmó que el idioma tiene un componente social y la preparación académica contribuye a expandir las fronteras de quienes lo hablan.
«Es la educación lo que permite al hablante tener unos registros que le permiten colocarse lingüísticamente en las distintas situaciones. Nosotros sabemos que no hablamos igual con la familia que con el rector, que en una institución. Y eso tiene un peso social porque sabes que, si no hablas de la manera adecuada, te van a hacer de menos y estigmatizar. La educación te da flexibilidad y amplitud para acomodarte. Si no hay educación, uno está condenado a hablar de una misma forma», recalcó.
Agregó que la educación permite mejorar diferentes áreas de la vida y la presencia individual dentro de la sociedad. «Si baja la educación, le estás robando al alumno esas posibilidades de mejora. Y eso es muy peligroso y terrible», advirtió Ramírez Luengo, una afirmación particularmente importante en un contexto como el de Venezuela, donde los estudiantes de bachillerato, de acuerdo con el Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (SECEL) de la UCAB, tienen una calificación promedio de 9,11 sobre 20 en habilidad verbal, es decir, no cuentan con las competencias mínimas en el uso del lenguaje.
El docente universitario también se refirió a las redes sociales y su impacto en el idioma. Indicó que estas han favorecido la horizontalidad en la comunicación, lo que «no es necesariamente una buena noticia».
Sin embargo, rescató un comentario de una colega española, quien le dijo que las redes favorecen que la escritura esté presente cada vez más en la comunicación cotidiana y que, al ser novedosas, todavía están en el proceso de desarrollar sus propios códigos de escritura y de uso de la lengua.
Por eso, mira lo que ocurre con curiosidad y no con prejuicios. «Es el nacimiento de una nueva forma de escribir en un nuevo contexto y esto para un filólogo, un historiador de la lengua, es fascinante. Hay que analizarlo desde su propio contexto», mencionó.
«La idea que me he ido formando, como historiador de la lengua, es que los usos coloquiales, en el habla cara a cara, se han incorporado al registro escrito que, antes de estos, utilizaba unas estructuras más formales. Lo que estamos viendo es una coloquialización de la lengua en el ámbito escrito. Y nos sorprende porque esperábamos que en la escritura utilizaran unos usos que ahora no, y muchas veces los consideramos inadecuados. Es un proceso de cambio que se ha dado en otras ocasiones; por ejemplo, textos del siglo XXIII se manejan con un lenguaje más cercano a la oralidad y a la coloquialidad. Hubo después un proceso de descoloquialización y ahora volvemos al proceso contrario. Y esto preocupa porque siempre asociamos lo coloquial a lo informal y a lo de peor calidad. No deja de ser un mito», aseveró.
Sobre lo que sí manifestó preocupación es acerca del uso de la lengua como «arma arrojadiza», algo muy común en las redes sociales.
«Por ejemplo, cuando se crea una disputa dicen ‘primero aprende a escribir y luego me dices’. Es terrible usar la lengua como arma y, desgraciadamente, pasa mucho. Yo haría un alegato a que no utilicemos la lengua como arma porque eso hace que sea antipática», propuso.
Español americano: variantes, riqueza e identidad
A propósito del seminario sobre la historia del español en América que está dictando en la UCAB, Ramírez Luengo afirmó que el castellano no le pertenece a Europa.
«El español no es una lengua europea -y eso lo dicen muchos autores-. Es una lengua americana porque 90% de sus hablantes está en Hispanoamérica. Nosotros somos el origen, pero demográficamente somos una esquinita. Y es terrible la idea que se tenía hace años sobre que España es quien debe que regir el uso del idioma. Pero es que somos la minoría. ¿Cómo vamos a regir el uso del idioma?», dijo.
Acerca del devenir de la lengua en el continente americano, apuntó que se trata de un idioma con variaciones en cada país, las cuales generan una personalidad que categoriza en tres fenómenos: «La pronunciación, la focalización del seseo (cómo nace, cómo se generaliza y a qué se debe) y las fórmulas de tratamiento y el vocabulario (ese léxico que los distingue y permite reconocer la nacionalidad)», explicó.
Comentó que, desde el punto de vista de la pronunciación, dichas variaciones son muy avanzadas. De hecho, afirmó que están «señalando el camino del futuro» con la pérdida de formas verbales y la simplificación de la lengua. Pero, por otra parte, recordó que parte del vocabulario americano es del siglo XVI y XVII, que en España se perdió.
«Nos parece, como españoles, que ustedes cuidan mucho la lengua y hablan muy bien. Fíjate qué cultos, qué bien hablan. Para ustedes son palabras cotidianas como mercar, cobija o enojarse, pero para nosotros solo están en libros. El Caribe es muy interesante porque mientras en la pronunciación tienen variedades supermodernas, en el vocabulario son unas variedades superantiguas. Y lo que vemos hoy son diferencias históricas», afirmó.
Respecto al vocabulario, siguió, los americanos cuentan con rasgos léxicos que conforman la cédula de cada nación por lo que es importante, también, entender los procesos históricos revelados y reflejados en el habla: «El pasado nos ayuda a comprender el presente, pero también el presente nos ayuda a entender cómo fue ese pasado y por qué hemos llegado hasta dónde hemos llegado. Esto nos permite entender mejor lo que somos lingüísticamente», señaló Ramírez Luengo.
Ocuparse del español, no alarmarse por su futuro
De acuerdo con el filólogo, hay estudios que advierten la desaparición de la mitad de las lenguas del mundo para finales de este siglo. De hecho, se ha acuñado el término lingüicidio para nombrar a este fenómeno. Sin embargo, el español cuenta con más de 500 millones de hablantes por lo que, bajo esta línea, el idioma está a salvo. «Parece un poco egoísta -sobre todo para hablantes de lenguas minoritarias- preocuparnos por nuestro idioma que es tan hablado, es una pérdida de riqueza. La lengua es la cosa más profunda que tenemos y tenemos que cuidarla de la mejor manera posible, con las mejores muestras».
De cara al futuro del idioma, indicó que hoy día se encuentran en uso diferentes palabras que, en un principio, no estaban destinadas para tal. Tan solo por mencionar un par, colocar y realizar. Sin embargo, resaltó que la lengua es «un ser vivo que cambia gracias al uso que le dan sus hablantes». De esa forma, por ejemplo, apertura pasó a ser un verbo según la Real Academia de la Lengua Española, algo impensable hace un tiempo.
Ante esos cambios, llamó a no preocuparse.
«Yo no sé hasta qué punto podemos considerarlos errores. Simplemente son usos que se están generalizando, palabras que desaparecen o se incorporan, y lo que hoy nos parece un error -o un horror- dentro de 20 años nos parecerá muy normal y los errores y horrores serán otros. Yo creo que no tenemos que preocuparnos cuando se trata de cuestiones léxicas; pero cuestiones gramaticales que pueden dificultar la comunicación pueden ser más problemáticas. La lengua se va modernizando porque se tiene que adaptar a una realidad y una sociedad cambiante como la nuestra«, concluyó.
♦Texto: Grace Lafontant León/Fotos: Manuel Sardá