El politólogo y coordinador de Investigación de Postgrado de la UCAB cree que el contexto nacional e internacional ha obligado al gobierno de Maduro a otorgar concesiones que pueden ser aprovechadas estratégicamente por los sectores opositores, para recuperar espacios y avanzar en la conquista del cambio democrático

Menos de un año después de la celebración de las elecciones parlamentarias en Venezuela -en las que el oficialismo se hizo con la mayoría de las curules pese a una abstención de 69,5%  y el cuestionamiento de la comunidad internacional- el país vuelve a la encrucijada electoral como una ruta para resolver el conflicto político.

Con un Consejo Nacional Electoral (CNE) renovado, misiones de observación no confirmadas y en medio de la detención de líderes opositores, están pautadas para el 21 de noviembre de 2021 unas “megaelecciones” regionales en las que se escogerán gobernadores, alcaldes,  consejos legislativos estadales y  concejos municipales.

La desconfianza en los procesos anteriores plantea un debate, entre muchos actores de la oposición, sobre la pertinencia o no de participar, debido a factores como la legitimidad de los comicios, la existencia de garantías, la inhabilitación de los partidos, la utilidad de la abstención  y la oportunidad de recuperar espacios en el tablero político.

Para Fernando Spiritto -politólogo, magíster en Políticas Públicas y doctor en Competitividad Empresarial y Desarrollo Económico- la oposición debe acudir a las urnas, entendiendo que se enfrenta a un “gobierno populista autoritario” ante el cual nunca tendrá garantías absolutas, por lo que debe prepararse con mecanismos de organización similares a los utilizados en los comicios parlamentarios de 2015, evento que resultó en la más importante victoria de la oposición en las últimas dos décadas.

«Se tienen dos retos básicos para la elección de noviembre. En primer lugar, la estructuración de una maquinaria electoral que defienda efectivamente los votos como se hizo en el 2015 y, por el otro lado, la movilización del pueblo opositor, que no será posible sin una estrategia de voto clara y un frente unido».

En esta entrevista, el también coautor y coordinador del libro Temas fundamentales de Ciencia Política (publicado en 2020 por la UCAB) ratifica la importancia de aprovechar la rendija de los comicios como una estrategia de lucha política más, que permita «golpear repetidamente» el «muro del autoritarismo chavista-madurista» hasta que derribarlo, pues insiste en que “los cambios políticos o el desplazamiento de las élites gobernantes no son solamente el resultado de la movilización”.

Los últimos procesos electorales en Venezuela han sido cuestionados por la comunidad internacional. ¿Existen las garantías políticas, jurídicas y sociales para la celebración de unas elecciones en el país?

«De entrada, no hay garantías o al menos no son creíbles. Hay que recordar que este es un gobierno populista autoritario que, de acuerdo a la literatura, rechaza las reglas normales de una democracia y manipula las normas para su propio beneficio. La ley es simplemente un artefacto flexible que se utiliza para mantenerse en el poder. Este un gobierno que está atrincherado en el poder y cuyo último objetivo es mantenerse en el mismo, ganar tiempo para continuar ejerciendo el poder y aislarse de la sociedad. Por lo tanto, con gobiernos como este, hablar de garantías no es creíble.

Hay que recordar también que cualquier garantía que dé el gobierno es, por naturaleza, vaga. El gobierno puede ofrecer mil cosas pero, además, sustituir eso por otro tipo de violación de normas concretas. Las garantías se ganan en el terreno y, en el terreno de las elecciones, esto tiene que ver con la presencia efectiva en las mesas electorales, los centros y una maquinaria como la que la oposición logró en 2015.  La oposición requiere testigos en la totalidad de las mesas y una logística electoral que permita defender hasta el último voto. Desde mi punto de vista, esas son las garantías políticas son más importantes para que estas elecciones sean limpias y para que la oposición pueda conquistar espacios».

Se dice que la legitimación del proceso depende del despliegue de misiones internacionales de observación electoral, entre ellas la de la Unión Europea. ¿De qué factores dependerá el envío de dichas misiones?

«Los observadores internacionales son una garantía valiosa y útil que debe ser abrazada, sin lugar a dudas, por la oposición, porque es una forma más de controlar y saber lo que está pasando en el proceso electoral. Aquí es importante enfatizar que los observadores harán un trabajo útil si el ambiente es propicio. Es decir, si son libres de injerencias del poder, si no son obstaculizados por la policía y si tienen acceso a todos los centros de votación.

Tanto la oposición como el gobierno deben ponerse de acuerdo en otorgar su confianza a observadores de prestigio en este tipo de actividades, como sería la Unión Europea, porque de no ser así, se corre el riesgo de que los testigos u observadores electorales trabajen para una de las partes y eso no es lo que queremos requerimos. Queremos que sean veedores de un proceso limpio y que tengan acceso a todos los sitios donde se realizan las elecciones y que puedan revisar todos los procesos, pero ello depende de unos requisitos muy específicos, como los que te acabo de mencionar».

¿El nombramiento del nuevo CNE forma parte de un nuevo enfoque político en el país?

«No creo que esto signifique un cambio significativo en la forma de hacer política por parte del gobierno. Hay que entender que esa medida de permitir un CNE un poco más equilibrado que los anteriores y la devolución de la tarjeta electoral de la Mesa de la Unidad (MUD) se dan en un contexto nacional e internacional muy difícil para el gobierno. Ese contexto de dificultades se expresa en el ahogo financiero de un gobierno que se ha quedado prácticamente sin ingresos externos, que está en default y cuya renta ya no es suficiente para legitimarse.

Por otra parte, hay una presión internacional muy grande, su legitimidad en la comunidad internacional es prácticamente cero y, además, hay una falla en sus aliados internacionales. Parece ser que el apoyo de Rusia, China y Turquía no ha sido lo que ellos esperaban,  ha sido un apoyo muy tibio, y parece ser que Venezuela no está entre las prioridades geopolíticas de estos países. Ante esta situación tan difícil el gobierno tiene que dar algunas concesiones pero, a mi manera de ver, ya dio las concesiones que tenía que dar. El gobierno conoce muy bien hasta dónde llegar y, por lo tanto, no creo que se vaya a aventurar a dar otro tipo de concesiones, al menos no concesiones importantes y defecto inmediato.

Lo que sí necesita el gobierno es llegar a una mesa de negociación. Mostrar esa foto en el panorama internacional le daría un impulso considerable a su posición en el escenario internacional, aumentaría su legitimidad y, por lo tanto, para ellos la foto vale mucho. Por eso es que Maduro dijo hace poco tiempo que las negociaciones tenían que ser públicas. Aunque, por la experiencia de estos 20 años, no creo que de esas negociaciones salgan garantías concretas que satisfagan a los partidos y al pueblo opositor».

¿Cómo beneficia a la oposición la devolución de la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)?

«Pienso que la devolución de esta tarjeta es un cálculo muy bien hecho por parte del gobierno, que está apostando a que las divisiones en la oposición sean tan grandes que, efectivamente,  no la aproveche para reconstruir la alianza que tantos beneficios dio en 2015. El gobierno piensa que tiene una idea correcta de una divisiones tan profundas que, ciertamente, van a impedir que la oposición haga un uso eficiente e imaginativo de esa tarjeta para reconstruir la coalición unitaria.

La oposición tiene oportunidades muy positivas si sabe utilizar la tarjeta inteligentemente, porque se podría compensar la confiscación de los partidos del G4 (AD, Voluntad Popular, UNT y Primero Justicia, entregados por el TSJ a directivas afines al oficialismo). Sin embargo,  yo no veo en la oposición un entusiasmo sobre esta tarjeta y no se conoce, al menos desde afuera, que se esté hablando de algún tipo de jugada estratégica con respecto a ella.  Espero se trate de un silencio estratégico, aunque en la oposición en este momento no hay una decisión firme en favor de participar en las elecciones de noviembre y, por lo tanto, no hay una posición clara con respecto a la MUD».

La oposición pudo alcanzar la victoria en las últimas elecciones legislativas celebradas en 2015 con la participación de sus principales partidos. ¿Debería existir una alianza estratégica entre los partidos opositores para hacer frente a la propuesta de Nicolás Maduro o debe continuar la política abstencionista adoptada por importantes figuras de la oposición durante los últimos años?

 «Se debe definir una estrategia electoral y comenzar a andar ese camino, como el más eficiente y el único que tiene en este momento. La posición tiene un capital político muy reducido en este momento, no vendrá intervención externa, no habrá un autogolpe o un golpe militar, no habrá un colapso interno, seguramente no habrá un levantamiento general que se lleve por el medio al gobierno. Aunque en política el azar y los factores no previstos siempre son importantes, ciertamente ninguno de esos escenarios se ve en el horizonte del país en la actualidad. Por ello, la única vía obvia que le queda la oposición es el hecho electoral.

Esa muralla tan poderosa que tiene el autoritarismo chavista-madurista tiene que ser derribada golpe a golpe. Por lo tanto, el hecho electoral tiene que verse como una estrategia de lucha política que permita golpear repetidamente el muro hasta que se genere el cambio. La oposición está muy dividida, no está claro si va a participar en la ruta electoral. Ojalá en los próximos días, el G4 se pronunciara claramente a favor de participar en las elecciones porque, de lo contrario, estaríamos condenando al pueblo opositor al status quo y brindándole la posibilidad al gobierno de mantenerse en el poder».

¿Debería la sociedad civil participar en las elecciones o no hacerlo y demostrar su descontento a través de las movilizaciones y protestas?

«No me cabe la menor duda de que la vía es participar en las elecciones. La movilización popular, por sí misma, no es suficiente. El cambio político se logra como resultado de muchas cosas. La historia señala, por ejemplo, que el cambio político es el resultado del ahogo financiero de los gobiernos, de la inseguridad en la cúpula gobernante (que es un tema cognitivo y subjetivo en el cual la cúpula no se siente suficientemente segura de su poder), la presión internacional y las coaliciones contrarias.

Los venezolanos pusimos en épocas anteriores mucha fe en las movilizaciones y lo que terminamos generando fue mucha frustración, pero la historia indica que la movilización es apenas una herramienta o una fase más del proceso del cambio político y así hay que entenderlo. No significa abandonar las movilizaciones, pero tampoco poner todas las expectativas en las mismas.  Si decidimos ir a las elecciones, como yo espero sea el caso, la sociedad civil va a jugar un papel fundamental, porque va a tener que estar en la calle protestando, pero a su vez esto tendrá que tener la otra cara de la moneda: una participación decidida en las maquinarias electorales».

♦Texto: Albany Díaz/ Fotos: Manuel Sardá (archivo)