El ingeniero Joaquín Benítez señaló que es indispensable trabajar, de manera realista, en la gestión de riesgos para prevenir o mitigar los efectos de los desastres naturales. Aseguró que la universidad desarrolla programas formativos, de investigación e intervención social que buscan generar conciencia en los sectores vulnerables aledaños a la institución

El 24 de octubre se celebra el Día Internacional Contra el Cambio Climático. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU),  el cambio climático se refiere a todas aquellas alteraciones a largo plazo en las temperaturas y patrones climáticos del planeta, «debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas», dice la página web oficial de la ONU.

Durante el mes de octubre –y como parte de la temporada de huracanes que comienza en junio y termina en noviembre– se han registrado fuertes precipitaciones en varios estados del país. Particularmente, las localidades aragüeñas de Las Tejerías y El Castaño sufrieron daños significativos debido a deslaves y crecidas de ríos, pero también en la región andina, el estado Zulia y el Área Metropolitana de Caracas decenas de familias han quedado afectadas o damnificadas por lluvias e inundaciones.

No pocos han relacionado estos sucesos con las alteraciones que viene sufriendo el planeta por los gases de efecto invernadero.  Sin embargo, para el director de Sustentabilidad Ambiental de la UCAB, Joaquín Benítez, «no es prudente afirmar que estas tragedias ocurren por cambio climático».

El ingeniero agrónomo, profesor universitario e investigador especializado en Desarrollo Sustentable explicó que detrás de esta situación están fenómenos atmosféricos extraordinarios por su magnitud, pero usuales y recurrentes.

 

«Estos son eventos que siempre han ocurrido a lo largo de la historia. Por ejemplo, la primera tragedia de El Limón en 1986, el deslave de Vargas de la década de 1950 y luego en 1999. Siempre han ocurrido eventos climáticos extraordinarios. Para poder asociar estos sucesos con el cambio climático hay que hacer estudios, correlaciones, determinaciones, además con data de larguísimo plazo porque siempre se reconoce que hay lluvias que forman parte del periodo de retorno y son cíclicas», sentenció.

Otro factor que se discute actualmente es si la ocupación urbana de zonas vulnerables ha incidido en los efectos de estos fenómenos naturales. ara el especialista resulta «un razonamiento incompleto»  asegurar que estos urbanismos -autoconstruidos o no- influyen en las dimensiones de cualquier tragedia.

En Venezuela, explicó el ingeniero, hay innumerables poblaciones que se ubican cerca de lechos fluviales (especialmente en la región centro-norte, costera y andina). Recordó que en Caracas también hay zonas vulnerables, sobre todo la ciudad autoconstruida de los sectores populares, que alberga a 50% de la población, pues se encuentra –en su mayoría- en pendientes o laderas. También son propensas a daños las zonas que están cerca de las quebradas que bajan del Ávila como Pajaritos o Agua de Maíz, entre otras.

«Si sabes que ese territorio está ocupado, si sabes que está aguas abajo de cursos que están en pendiente y aguas debajo de unas montañas, donde además llueve con cierta frecuencia, tu análisis de riesgo indica que es muy probable que ocurran situaciones como estas. Una evaluación y un análisis de riesgo debería decirte con qué frecuencia e intensidad pueden ocurrir estas situaciones. Cuando lo determinas, tienes información suficiente para prepararte frente a una tragedia», puntualizó.

Por ello, Benítez apuntó que es necesaria la acción responsable  y el desarrollo de políticas de gestión de riesgo: «Mover todos los pueblos que están ‘mal ubicados’ no es realista. Lo que tienen que hacer es trabajar para disminuir la vulnerabilidad. El riesgo está ahí y si es derivado de una amenaza natural poco se puede hacer, ocurrirá. Los fenómenos que estamos viviendo van a ocurrir de nuevo, no hay dudas que ocurrirán en el horizonte de este siglo». 

En este sentido, algunas medidas que sugiere incluyen determinar cuáles son las áreas vulnerables, instalar mecanismos de alerta temprana, sensibilizar e informar a la población y no abandonar a las personas en cuanto al plan de acción frente a un desastre natural.

«La gente debe saber qué hacer. Muchas veces se olvida y no sabe qué hacer, adonde ir cuando suena la alarma», dijo. Por último, agregó que existen obras de ingeniería tales como presas y canalizaciones de gran utilidad.

Apoyo de la UCAB a las comunidades: formando líderes ambientales 

A nivel mundial, el cambio climático ocurre en gran medida por las industrias que generan y lanzan desechos contaminantes (sólidos, líquidos o gaseosos) al ambiente. Sin embargo, evitarlo puede suceder incluso desde el nivel personal con medidas simples que, junto con otras y a largo plazo, pueden promover cambios favorables.

El ingeniero Benítez apuntó que la  UCAB apuesta, desde el punto de vista académico y educativo, a que los futuros profesionales que forma cuenten con la preparación necesaria para que sean agentes de cambio dondequiera que se encuentren. 

Además de la cátedra institucional Ecología, Ambiente y Sustentabilidad (materia obligatoria que cursan los alumnos de todas las titulaciones de pregrado), la universidad cuenta con un Techo Verde (ubicado en el edificio de Postgrado), una estación meteorológica y un área conservada. Estas herramientas buscan fomentar el conocimiento en temas ambientales, climáticos y ecológicos frente a la indispensable reacción de cara al cambio climático.

Se suman las tutorías a tesistas, investigaciones y estudios; también el convenio que tiene la UCAB con la Alianza Climática por Venezuela, plataforma formada por 19 organizaciones civiles como universidades, centros de investigación y organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el cambio climático en el país.

Pero el esfuerzo de la UCAB  involucra no solo a los ucabistas pues, a través de Extensión Social y la Dirección de Proyección y Relaciones Comunitarias, se llevan a cabo proyectos que buscan que las comunidades cercanas al campus conozcan más sobre su entorno medioambiental y se conviertan en promotores de la cultura ecológica. Entre ellos se cuenta el programa Liderazgo Ambiental Comunitario que ha formado a más de 300 activistas en sus cinco años de trabajo.

«Adaptación es asumir que estamos en cambio climático y saber qué hacer para disminuir nuestra vulnerabilidad ante los riesgos que eso implica. Si llueve más, qué hago; si llueve menos, qué hago. Adaptarse es sumamente importante y ahí trabajamos con iniciativas relacionadas al trabajo que hacemos con la Extensión y Proyección a la Comunidad», explicó Benítez.

Gestión sostenible: Compromiso ucabista por ser carbono neutral 

Joaquín Benítez afirmó que la universidad tiene diferentes iniciativas para frenar el cambio climático desde sus posibilidades: formación y gestión. Del lado de la gestión, la UCAB viene tomando acciones para frenar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2).

Este año la UCAB, de la mano de la DSA, se inscribió en el programa de la ONU Race to Zero, una iniciativa que busca que diferentes instituciones alrededor del mundo se comprometan a medir su huella de carbono y ejecuten los cambios necesarios para reducirlas a la mitad, antes del 2030, y llevar a cero, en 2040, sus emisiones de gases de efecto invernadero.

«Esto es importante porque, frente al cambio climático, hay dos estrategias de trabajo: la primera es mitigación y la segunda, adaptación. Mitigar es reducir la cantidad de gases contaminantes que van a la atmósfera y significa capturar dióxido de carbono de la atmósfera, que es el objetivo. Que la universidad se comprometa en llegar a cero significa que va a reducir sus emisiones de CO2 y aquella fracción que no pueda reducir del todo, la capturará», comentó Benítez.

Para lograr los objetivos del Race to Zero la UCAB debe medir cuál es su huella de carbono y determinar cuáles son los principales factores que contribuyen a esa cifra. Luego, identificar medidas y promover iniciativas que disminuyan la contaminación. De hecho, una de estas iniciativas es el decreto de 12 hectáreas de la universidad como Área conservada. El propósito de esta última es el resguardo, estudio y vigilancia de dichas áreas verdes que contienen un diverso bioma y que, además, colindan con el parque recreacional Leonardo Ruiz Pineda.

De esa forma, y con todo el trabajo referido al medioambiente, la universidad cumple con el proyecto ‘Plataforma de acción Laudato Si’, red propuesta por el papa Francisco que incluye al Vaticano y distintas organizaciones católicas internacionales y que, bajo el lema “cuidado de la casa común”, busca «unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral» para garantizar un futuro favorable para la Tierra.

«Hay como construir y, como le digo a los estudiantes, no dejar que el destino nos arrolle sino construir el futuro y trabajar con la esperanza. Nuestra apuesta como universidad es que todos nuestros egresados tengan el nivel de sensibilización y formación suficiente para que en su desempeño como profesionales tomen mejores decisiones. Unas consientes en cuanto a este tema», concluyó Benítez.

♦Texto: Grace Lafontant León/Fotos: El Nacional (apertura), Manuel Sardá, Dirección de Sustentabilidad Ambiental y Freepik